Filicidio por venganza: el síndrome de Medea
¿Qué puede llevar a un padre o a una madre a matar a sus hijos? La pregunta la dispara la noticia que hoy conmueve a Entre Ríos, y a todo el país, y que señala que un hombre estrelló el auto que conducía y en el que también iban sus dos hijos pequeños. En toda Argentina se habla del caso de Juan Romero, de 41 años, que viajaba con sus hijos mellizos, Agustín y Mateo, de 7, por una autopista entrerriana a altísima velocidad, de contramano, y chocó contra un camión.De la tragedia resultó que uno de los menores, Agustín, murió, en tanto que Romero y su otro hijo quedaron en grave estado. Pero el dato inquietante de la historia es que el padre habría chocado a propósito, para vengarse de su ex mujer.El fiscal de Concordia, Darío Mautone, en diálogo con la prensa, sostuvo que "más allá de que falten pericias, acá hubo una clara intención de matar a sus hijos".Y al catalogar penalmente el suceso habló de homicidio (por el niño que murió) y tentativa de homicidio (por el que todavía está internado). Sobre el móvil de este dramático suceso, la hipótesis que se maneja es que Romero actuó por venganza contra su ex pareja, madre de los chicos.La historia se encuadraría, de esta manera, dentro del "síndrome de Medea", que es el caso del progenitor que mata al hijo (filicidio) para herir al consorte (venganza).Es decir, la conducta de Romero sería similar a lo que hizo Medea, personaje de una tragedia griega que asesinó a los hijos para castigar a Jasón, su pareja.En la obra de Eurípides (480-406 a.C.), la acción comienza cuando Medea se entera que va a ser abandonada por Jasón, que quiere unirse a la joven Glauce, hija del rey Creonte, lo que puede proporcionarle más poder y prestigio.Medea, en su venganza, decide que no quiere matar a Jasón, sino que prefiere infligirle el mayor dolor posible, matando a sus hijos. Jasón, por su afán de poder, transgredió su matrimonio, y generó la terrible reacción de Medea.En la obra de Eurípides se lee este diálogo entre el coro y Medea:"Corifeo: ¿Entonces a tu prole, mujer, vas a matar?Medea: Sí, porque es lo que más dolerá a mi marido.Corifeo: Pero infelicidad suma en ello te causas.Medea: ¡Ea! Sobran ya todas las palabras inútiles. ¡Vamos, pues!"En el monólogo final de la tragedia griega Medea, tras superar un momento de arrepentimiento, se reprocha su falta de valor y reacciona diciendo:"No temblará mi mano. ¡Ah! ¡No hagas eso, corazón mío! ¡Deja a tus hijos, miserable! ¡Perdónalos! Allá te servirán de alegría, si viven. No, ¡por los vengadores subterráneos del Hades! Jamás dejaré mis hijos a mis enemigos para que los ultrajen. Es absolutamente necesario que mueran. Y puesto que es preciso, los mataré yo, que los he parido. Así está decidido y así se hará".La figura de Medea representa en Eurípides la desmesura en los sentimientos de amor-desamor y sobre todo hasta dónde puede llegar la venganza conyugal: hasta quitar la vida a los propios hijos.El progenitor que comete esta aberración llega a justificar el filicidio (Medea se autosugestiona que estarán mejor muertos que en otras manos), aduciendo que así evita un mal mayor.Aunque en estos casos no importan los hijos (devenidos en puros objetos) sino el fin egoísta de la venganza.Frente a estas historias, en suma, en las que la violencia y la muerte se entrecruzan, bajo la opresión de una especie de demonio que domina la escena, la razón queda descolocada.
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