Filosofía contra la aceleración de época
Un rasgo distintivo de la actual civilización técnica es el ritmo trepidante de la vida, sobre todo en las grandes ciudades. Pero allí se esconde una alienación humana, sostienen los partidarios de la filosofía 'slow' (lentitud).La velocidad, el principio según el cual no hay tiempo que perder, subyace al progreso material, y al ritmo de vida contemporáneo. 'Time is money' (el tiempo es dinero), decía Benjamín Franklin, en los comienzos de la era industrial.Quienes celebraban por entonces el maquinismo en la producción vaticinaban que venía a hacernos ganar tiempo, aumentando ostensiblemente el ocio de las personas y las familias.Pero la trepidación fabril fue en aumento. Y la frase de Franklin cobró sentido: el tiempo se puso al servicio del dinero. Pues el dinero era el pan, la ropa, la vivienda, cosas que aún les faltaban a la mayoría de los hombres.Desde entonces, el reloj productivista ha marcado el ritmo de vida de buena parte de la humanidad. Y la obsesión por los objetos de consumo, nos ha colocado en una "carrera" sin tregua.¿Ya no sé por dónde empezar? o ¿Cómo voy a encontrar tiempo para hacer tal o cual cosa?, son preguntas corrientes que revelan que el ritmo acelerado del actual modo de vida tiene rasgos alienantes.Por esto están quienes proponen invertir la fórmula de Franklin, es decir, poner el dinero al servicio del tiempo, haciendo de él el instrumento del ocio y de una expansión que nos permita no sólo gozar de los bienes exteriores sino de los interiores (las cosas de la naturaleza, el amor, el arte, la cultura, etc.).El movimiento 'slow' (lento), por caso, es una corriente cultural que promueve calmar las actividades humanas. La clave, según sus partidarios, es tomar el control del tiempo, dando prioridad a las actividades que redundan en el desarrollo de las personas.Aunque el movimiento slow no está organizado ni controlado por una organización como tal, su filosofía inspira a varias grupos en todo el mundo que discuten que la velocidad, un valor superlativo en la producción, haga felices a los hombres.Y se preguntan: ¿realmente es necesario vivir tan acelerados? ¿Disfrutamos así de la vida y del entorno? ¿Por qué no dejar que la vida, y no el dinero y la producción, marquen su propio ritmo?En Austria la Sociedad para la Desaceleración del Tiempo aboga por prestar más atención al presente y a la cultura. En Tokio, Sloth Club, apuesta por una vida tranquila, inspirada en una pereza razonable.En Estado Unidos y Canadá existe la propuesta Take Back Your Time, que advierte sobre la epidemia de exceso de trabajo y horarios extremos. Después está Slow Food, en oposición a la comida industrial y rápida (fast food).No es casual que el caracol sea el símbolo del movimiento. Ese animal representa la filosofía de la lentitud. La idea subyacente es que en la carrera de la vida no siempre ganan los que más corren. Por el contrario, ir más despacio y tomarse el tiempo, es una virtud.Incluso esa actitud sería preferible en situaciones extremas y delicadas. "Vísteme despacio que tengo prisa", es una frase que se le adjudica habitualmente a Napoleón, que al parecer la formuló a su sirviente un día en que necesitaba llegar lo antes posible a una importante reunión.La historia pretende ejemplificar que cuando se actúa apresuradamente, lejos de abreviar problemas, se suelen entorpecer y malograr los mejores propósitos.
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