Fútbol, infalible distractor social
Así como ocurrió hace poco en Brasil -y como de hecho ocurre cada vez que la pelota vuelve a rodar- Chile busca una distracción en el fútbol, como antídoto ante la pesadumbre social. No hay remedio de masas más efectivo que un buen campeonato internacional para hacer que el país anfitrión, organizador del espectáculo, olvide por unos días sus problemas.No es casual que los gobiernos, por lo demás, hagan lobby ante las organizadores del fútbol mundial, como la FIFA o la Conmebol -hoy denunciadas por corrupción- para conseguir la localía de los eventos.El fútbol no consigue transformar la realidad, pero al menos hace posible olvidarse de ella. Esa parece ser la percepción de un chileno, Cristian, dueño de un negocio de informática."La Copa América le ha venido como anillo al dedo al Gobierno", dijo Cristian, que votó a la presidenta Bachelet pero está "cansado de corrupción, de mentiras y de desigualdad".Eventos internacionales de este tipo, además, tienen la virtud de despertar el chauvinismo, un sentimiento que suele alimentarse de la enemistad hacia el extranjero.Según consigna el cronista del diario 'El País' (España), en Santiago de Chile, los locales son hinchas de su selección, pero si ella no puede ganar, prefieren que lo haga cualquier otra menos la de Messi y Mascherano.La tradicional rivalidad vecinal con la Argentina se traslada al fútbol. "Cuando empezaron a tener problemas (los argentinos) dejaron de mirarnos tan por encima del hombro. Pero preferiría que ganase cualquier otro", sostuvo un recepcionista de un hotel en Providencia.En Latinoamérica los argentinos tienen fama de arrogantes y fanfarrones. Y en Chile circulan chistes varios sobre el complejo de superioridad que, según ellos, nos afecta."¿En qué se diferencia un argentino de un terrorista? En que el terrorista tiene simpatizantes", se lee en un portal chileno. Otro dice: "¿Por qué en la Argentina hay tantos casos de sietemesinos? Porque ni las madres los aguantan nueve meses".Por lo demás, los observadores de la realidad chilena, sostienen que la población residente depondrá sus quejas y divisiones internas para abrazar la causa de su selección nacional.Se cree que vencer en la Copa América sacaría a los chilenos a la calle y, aunque fuese por unos días, de su pesadumbre colectiva. En realidad el efecto sería similar si ganara la selección de Colombia, la de Argentina o la de Brasil.En América Latina, donde el fútbol se vive como una religión de masas, este deporte logra lo que ningún evento colectivo: despertar emociones exorbitadas.En torno a la pelota y a una camiseta (más allá del gran negocio que hay detrás) las multitudes construyen identidades, es decir se sienten incluidas en un colectivo social.El fútbol logra que muchísima gente tenga un sentimiento de pertenencia a un grupo social, como puede ser el "nacional". Esto se acompaña de toda una simbología, en torno a colores e himnos.Quienes mueven tras bambalinas el negocio de la pelota trabajan en la utilización mediática de la representación de los equipos. Suelen construir así la imagen de una selección en la que destacan los "héroes nacionales".El fútbol, al tiempo que crea una comunidad y genera una identidad y un "otro" del que se diferencia, tiene la virtud de abstraer de la realidad cotidiana a sus cultores, deseosos de encontrar en el juego un motivo de alegría y de ilusión colectiva.
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