Ginóbili, Crismanich, las Leonas y Martín Del Potro, el ejemplo que viene del deporte
Los Juegos Olímpicos estás llegando a su fin pero dejan un legado: el ejemplo del trabajo en equipo, el espíritu de grupo y la ausencia de divismos.Jorge Barroetaveña Sería un ejercicio saludable poner a los políticos argentinos delante de la pantalla del televisor o, cuando vuelvan, hacerlos hablar con los deportistas. ¿Se animarán a hacerlo, más allá de la foto?Hacía un rato que había perdido con Estados Unidos. Le duraba la bronca de una derrota previsible pero no por eso menos dolorosa. El deseo de superación de la Generación Dorada nunca se fijó límites, siempre fue por más. Cuando dieron el gran campanazo en el Mundial de Indianápolis muchos pensaron que la historia se acabaría pronto, que había sido un golpe de suerte. Llegaron a lo más alto en Atenas, con la medalla de oro y ratificaron la vigencia en el mundial y en Beijing con sendos bronces. Hoy, irán por ponerle el broche definitivo a la tarea del mejor equipo argentino de todos los tiempos, incluído el siempre veleidoso fútbol, deporte masivo pero poco exitoso para el país en los últimos años.El grito y el revoleo de las toallas de los norteamericanos todavía resonaba en sus oídos. Pero como hizo siempre, el hombre que le pelea mano a mano a Diego Maradona el altar de deportista más grande de la historia argentina, se sentó manso frente a los periodistas. Emanuel Ginóbili, de él se trata. Tuvo tiempo para todo, fundamentalmente para demostrar cómo el espíritu de equipo sirve para las conseguir los logros más importantes. "A la tarde, antes del partido -contó Manu- vimos en vivo su primera pelea y se nos puso la piel de gallina. Estábamos todos gritando sin entender las reglas, porque ninguno de nosotros sabe nada de taekwondo". ¿De quién hablaba? Del correntino Sebastián Crismanich que, a la misma hora que ellos peleaban con el Dream Team, le ponía la primera dorada a la delegación nacional. Y remató. "Uno siente que es parte de un equipo. Cuando Delpo ganó fue un alivio para todos, porque era la primera medalla, éramos todos parte del equipo de tenis". ¿Hace falta agregar algo más?Ginóbili forma parte de la elite mundial de su deporte, el básquetbol, es considerado uno de los mejores jugadores de la todopoderosa NBA y gana fortunas que ya le aseguraron su futuro, el de sus hijos y el de sus nietos. Pero conserva ese espíritu amateur que lo hizo grande y sabe que, si no es en equipo, no hay logro posible. El básquetbol es un deporte que flirtea entre las grandes individualidades y el trabajo en conjunto. La NBA es la liga de las estrellas pero son los equipos los que terminan venciendo.Cada deportista argentino, igual que Ginóbili, reflejó sus sentimientos. Lo hizo Del Potro cuando ganó la primera medalla el domingo pasado. Los chicos del yachting, las Leonas y el viernes Crismanich, desconocido para las grandes audiencias. Es un hilo invisible que los une y los hace sentir parte del mismo equipo con todas las obligaciones que eso representa. ¿Es un ejemplo a seguir? Claro, en todos los órdenes, pues marcaron quizás como pocas veces el contraste con la política nacional, plagada de agachadas y zancadillas. El deporte da el ejemplo, sólo hay que poner un poco atención y tomarlo.La comparación es a todas luces perdidosa para buena parte de los que nos dirigen, los que aspiran a hacerlo o, pudiéndolo hacer, renuncian a llevarlo a cabo. El conflicto por el subte en la ciudad de Buenos Aires no resiste muchos análisis. ¿Cuánto lleva sin ser solucionado? Un año, dos años, tres años? ¿Es posible semejante incapacidad de negociación entre la Ciudad de Buenos Aires y el gobierno nacional sólo porque pertenecen a partidos distintos? Es lo que demuestra la realidad más allá de toda especulación partidaria o política. ¿Y los ciudadanos? ¿Le importan a alguien? No, triste conclusión, no le importan a nadie. Si tienen que comerse dos horas de cola para tomar un colectivo, que se jodan. Si tienen que llegar tarde al trabajo y perder el mísero presentismo, que se jodan. Si tienen que llegar más tarde a sus casas y perder tiempo para estar con sus hijos, que se jodan. ¿La Presidenta de la Nación viaja en subte? ¿Mauricio Macri, va a su sede de gobierno en subte? El conflicto los desgaste a los dos, pero más al Jefe de Gobierno que a la Presidenta. La cuenta es sencilla porque Macri ganó por amplio margen en capital, un distrito siempre reacio a acomodarse en los brazos del kirchnerismo. ¿Será posible que esto forme parte de los cálculos mezquinos de unos y otros? Por lo que pasa sí, lamentablemente.La Presidenta, por su lado, sigue enfrascada en una lucha inútil y desgastante con el periodismo. Ahora reclama, igual que hizo Menem en los nefastos '90 una ley de ética para los periodistas. Aquellos años Menem estaba cansado de las investigaciones y las denuncias que hacía Lanata (el mismo de ahora, no otro) desde Página 12. Y acusaba a la prensa de conspirar contra la convertibilidad. Aggiornado y adaptado a los tiempos, es el mismo discurso que hoy tiene la Presidenta que dedica largas partes de sus no menos largos discursos a contestar artículos periodísticos, especular con los títulos del día siguiente o, lo que es más grave, escrachar periodistas. Esa misma prensa, acusada de 'contra', de poco sirvió para que el 54% de los votos fueran a su candidatura el año pasado. ¿Qué sentido tiene pues extender esa manía obsesiva con la tarea de los medios y especialmente de los periodistas? En una sociedad ultracomunicada y con abundancia de información como la de hoy, nadie necesita que le señalen con el dedo lo que tiene que pensar, leer o analizar. Ya somos grandes. Estaría bueno que la Presidenta se diera cuenta.
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