Gobernador en apuros: Scioli, víctima de su propia ineficiencia y ambigüedad
La ineficiencia mata y la negligencia también. En el país de lo trucho, los Pomar fueron víctimas de ambas cosas, dejando al descubierto hasta dónde estamos expuestos, ante un estado inerme. De cómo un accidente de tránsito, puede hacer tambalear a un gobierno. Y de la profundidad de la crisis en la Provincia de Buenos Aires. Ahora, le tocó a Scioli.
Por Jorga Barroetaveña
De la redacción de El Día de GualeguayDaniel Scioli lleva, aunque ahora lo oculte y lo niegue con cierta vergüenza, el sello menemista. Arribado a la política como tantos otros en la década del '90, supo cimentar su fama a partir del deporte y de cierta ambigüedad a la hora de las definiciones. Menemista furioso en los '90, se acercó a Néstor Kirchner en el 2.003 y nunca se despegó de él. De hecho, Scioli fue algo así como la prenda de paz en el acuerdo Duhalde-Kirchner para buscar algún equilibrio en la Provincia de Buenos Aires, vital a la hora de pesar los votos.Fue un vice de Kirchner sumiso y cordial. Apenas intentó buscar algo de independencia, el propio ex presidente o la entonces senadora Cristina Fernández, le cortaron las alas rápidmente. El premio mayor a su lealtad llegó en el 2.007 cuando, junto con Cristina en la boleta, ganó con amplitud en la Provincia de Buenos Aires. El "Cementerio de los Elefantes", como conocen algunos al territorio bonaerense, empezó a hacer lo suyo.Hasta las elecciones del 28 de junio pasado, incluso en medio del conflicto con el campo, Scioli había logrado cierta autonomía de su imagen, en comparación a la de Néstor Kirchner. Hasta que aparecieron las candidaturas testimoniales y todo se fue por la borda. Al cabo, el ex motonauta, fue el único gobernador que aceptó semejante convite y jugó su propia suerte junto a la del sureño. Su decisión de estafar al electorado con las testimoniales todavía la está pagando cara. De nada sirvió su buena imagen. Fue Kirchner quién lo arrastró a él y lo hundió en la pesadilla de la derrota ante un ignoto electoral como Francisco de Narváez.Pero los peores fantasmas que acechan a Scioli no son esos. Por ahora, sin elecciones a la vista, la gestión en la Provincia de Buenos Aires hace agua por todos lados. Aunque esto no representa novedad alguna. Felipe Solá y Carlos Ruckauf tuvieron los mismos padecimientos: la crisis económica perenne de las cuentas fiscales y los graves problemas de inseguridad que dejan todos los días una estela de víctimas y victimarios. Scioli igual, está solo en esta batalla.Las secuelas del Caso Pomar prometen extenderse en el tiempo. La ineficiencia policial y del sistema de justicia, dejaron al descubierto que las purgas policiales ya no alcanzan ni los parches pueden mutar en solución definitiva. Si un auto estuvo 24 días al borde de una ruta, rastrillada al menos 6 veces por decenas de efectivos policiales, por aire y tierra, y no lo pudieron encontrar, algo grave está pasando. En el Conurbano, las protestas por los homicidios brutales se multiplican y el poder político debe estar dando explicaciones todos los días sobre el fracaso de las estrategias de seguridad. Desde la Casa Rosada, miran el incendio con lejanía. La única preocupación concreta de Néstor Kirchner es mantener a Scioli a raya y controlar con mano de hierro a los barones del Conurbano. Por eso presionó hasta la asfixia para dar marcha atrás con la reforma política bonaerense, y disparó indirectamente la renuncia del hermano de Scioli a la Secretaría General de la Gobernación. Hoy, no hay funcionario de primera línea en Buenos Aires que no sople al oído de Scioli vientos de independencia del poder central, pero los márgenes de maniobra con los que cuenta son acotados. El agujero en la provincia ya supera los 15.000 millones de pesos. Sin la mano del poder central, la vida de Scioli se acorta irremediablemente, pero en esa disyuntiva se debate. Cruel, pero la opción parece ser entre la horca y la silla eléctrica. Una muerta más lenta que otra. A eso lo condenó Néstor Kirchner y su propia incapacidad para gobernar.La batalla del Congreso arrancó bien alto, aunque en el Senado promete tener ribetes particulares. En silencio, las cabezas opositoras ya acordaron los temas que impulsarán en los próximos meses, buscando cambiar el rumbo de algunas leyes recientemente sancionadas. El INDEC, el Consejo de la Magistratura y la asignación universal por hijo están en la mira. También los recursos naturales y las retenciones ya son tema de debate y casi acuerdo entre muchos legisladores. En el Senado, las acciones de algunos legisladores provinciales aumentan minuto a minuto. Es que allí la paridad es casi absoluta y no sería raro que Cobos tenga que volver a desempatar una votación. Por eso el desafío es de ida y vuelta, para oficialistas y opositores. Igual, Agustín Rossi ya avisó: el veto es algo más que una posibilidad concreta si se aprueban leyes contrarias a los deseos de la Casa Rosada. La respuesta fue igual de fulminante: el cordobés Aguad vaticinó que la gente podría salir a las calles, ante ese escenario.En ese delgado equilibrio deberán viajar las principales fuerzas políticas. Cristina Kirchner ya arrancó la segunda mitad de su mandato, aunque la sensación es que consumió mucho más que eso. La gestión de Cristina, en rigor, ha sido una continuidad de la de su marido, lejos de las mejoras institucionales que prometió. Encima, por propia impericia, tuvo que soportar el conflicto agropecuario que la desbarrancó en las encuestas y a la postre le terminó costando perder las elecciones. Del doble comando ya no se habla, está claro que es Néstor Kirchner quien lleva el timón. Y no está dispuesto a renunciar a él ni mucho menos. Es más, se ilusiona en extender su influencia más allá del 2.011, con él o sin él. Contra su naturaleza no puede. Aunque se autodestruya.
Por Jorga Barroetaveña
De la redacción de El Día de GualeguayDaniel Scioli lleva, aunque ahora lo oculte y lo niegue con cierta vergüenza, el sello menemista. Arribado a la política como tantos otros en la década del '90, supo cimentar su fama a partir del deporte y de cierta ambigüedad a la hora de las definiciones. Menemista furioso en los '90, se acercó a Néstor Kirchner en el 2.003 y nunca se despegó de él. De hecho, Scioli fue algo así como la prenda de paz en el acuerdo Duhalde-Kirchner para buscar algún equilibrio en la Provincia de Buenos Aires, vital a la hora de pesar los votos.Fue un vice de Kirchner sumiso y cordial. Apenas intentó buscar algo de independencia, el propio ex presidente o la entonces senadora Cristina Fernández, le cortaron las alas rápidmente. El premio mayor a su lealtad llegó en el 2.007 cuando, junto con Cristina en la boleta, ganó con amplitud en la Provincia de Buenos Aires. El "Cementerio de los Elefantes", como conocen algunos al territorio bonaerense, empezó a hacer lo suyo.Hasta las elecciones del 28 de junio pasado, incluso en medio del conflicto con el campo, Scioli había logrado cierta autonomía de su imagen, en comparación a la de Néstor Kirchner. Hasta que aparecieron las candidaturas testimoniales y todo se fue por la borda. Al cabo, el ex motonauta, fue el único gobernador que aceptó semejante convite y jugó su propia suerte junto a la del sureño. Su decisión de estafar al electorado con las testimoniales todavía la está pagando cara. De nada sirvió su buena imagen. Fue Kirchner quién lo arrastró a él y lo hundió en la pesadilla de la derrota ante un ignoto electoral como Francisco de Narváez.Pero los peores fantasmas que acechan a Scioli no son esos. Por ahora, sin elecciones a la vista, la gestión en la Provincia de Buenos Aires hace agua por todos lados. Aunque esto no representa novedad alguna. Felipe Solá y Carlos Ruckauf tuvieron los mismos padecimientos: la crisis económica perenne de las cuentas fiscales y los graves problemas de inseguridad que dejan todos los días una estela de víctimas y victimarios. Scioli igual, está solo en esta batalla.Las secuelas del Caso Pomar prometen extenderse en el tiempo. La ineficiencia policial y del sistema de justicia, dejaron al descubierto que las purgas policiales ya no alcanzan ni los parches pueden mutar en solución definitiva. Si un auto estuvo 24 días al borde de una ruta, rastrillada al menos 6 veces por decenas de efectivos policiales, por aire y tierra, y no lo pudieron encontrar, algo grave está pasando. En el Conurbano, las protestas por los homicidios brutales se multiplican y el poder político debe estar dando explicaciones todos los días sobre el fracaso de las estrategias de seguridad. Desde la Casa Rosada, miran el incendio con lejanía. La única preocupación concreta de Néstor Kirchner es mantener a Scioli a raya y controlar con mano de hierro a los barones del Conurbano. Por eso presionó hasta la asfixia para dar marcha atrás con la reforma política bonaerense, y disparó indirectamente la renuncia del hermano de Scioli a la Secretaría General de la Gobernación. Hoy, no hay funcionario de primera línea en Buenos Aires que no sople al oído de Scioli vientos de independencia del poder central, pero los márgenes de maniobra con los que cuenta son acotados. El agujero en la provincia ya supera los 15.000 millones de pesos. Sin la mano del poder central, la vida de Scioli se acorta irremediablemente, pero en esa disyuntiva se debate. Cruel, pero la opción parece ser entre la horca y la silla eléctrica. Una muerta más lenta que otra. A eso lo condenó Néstor Kirchner y su propia incapacidad para gobernar.La batalla del Congreso arrancó bien alto, aunque en el Senado promete tener ribetes particulares. En silencio, las cabezas opositoras ya acordaron los temas que impulsarán en los próximos meses, buscando cambiar el rumbo de algunas leyes recientemente sancionadas. El INDEC, el Consejo de la Magistratura y la asignación universal por hijo están en la mira. También los recursos naturales y las retenciones ya son tema de debate y casi acuerdo entre muchos legisladores. En el Senado, las acciones de algunos legisladores provinciales aumentan minuto a minuto. Es que allí la paridad es casi absoluta y no sería raro que Cobos tenga que volver a desempatar una votación. Por eso el desafío es de ida y vuelta, para oficialistas y opositores. Igual, Agustín Rossi ya avisó: el veto es algo más que una posibilidad concreta si se aprueban leyes contrarias a los deseos de la Casa Rosada. La respuesta fue igual de fulminante: el cordobés Aguad vaticinó que la gente podría salir a las calles, ante ese escenario.En ese delgado equilibrio deberán viajar las principales fuerzas políticas. Cristina Kirchner ya arrancó la segunda mitad de su mandato, aunque la sensación es que consumió mucho más que eso. La gestión de Cristina, en rigor, ha sido una continuidad de la de su marido, lejos de las mejoras institucionales que prometió. Encima, por propia impericia, tuvo que soportar el conflicto agropecuario que la desbarrancó en las encuestas y a la postre le terminó costando perder las elecciones. Del doble comando ya no se habla, está claro que es Néstor Kirchner quien lleva el timón. Y no está dispuesto a renunciar a él ni mucho menos. Es más, se ilusiona en extender su influencia más allá del 2.011, con él o sin él. Contra su naturaleza no puede. Aunque se autodestruya.
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios
Este contenido no está abierto a comentarios