HABLÓ UNO DE LOS DENUNCIANTES DEL CONDENADO
“Gustavo Rivas siempre va a ser recordado por ser un abusador de menores y eso es justicia”

Joaquín Otero tenía 14 años cuando cayó en la red del abogado condenado por corrupción de menores. Estudiaba en el Instituto José María Bertora y jugaba al básquet en Central Entrerriano. Su vida dio un giro que hasta hoy deja consecuencias: “recordar esas imágenes de abusos es la peor secuela”.
Mónica Farabello
Fueron 40 años de silencio cómplice por parte de una sociedad conservadora. Hoy, la Justicia y las nuevas generaciones van haciendo paso a la posibilidad de hablar, sanar y poner cada cosa en su lugar.
Joaquín Otero conversó con Ahora ElDía y recordó que cuando tenía apenas 14 años comenzó a ir a la casa de Gustavo Rivas. Corría el año 94 cuando veía a cientos de sus pares desfilar por esas fiestas sexuales colmadas de alcohol y perversión.
A los 19 años se fue “corriendo de Gualeguaychú, y sin mirar atrás”. “Después del juicio en los Tribunales de la ciudad yo me sentí muy gratificado porque se probaron todos los hechos de todas las víctimas. A mi caso lo dieron por prescripto pero se dieron por probados todos los hechos y me sentí conforme. Vamos a apelar con mi abogado Alfredo Vitale, porque la búsqueda vale la pena. Vitale es un gran profesional y gracias a él se apeló el fallo. Fue una iniciativa de él y esto hay que resaltarlo”, expresó Joaquín, quien fue abusado por el abogado entre los años 1994 y 1997.
Ahora Joaquín es un adulto que busca lo mejor para sus dos hijos, y por eso se animó a hablar. “Rivas cooptaba menores a través de los colegios, las carrozas, los clubes y el ambiente del básquet. Él tenía conocidos y hacía que chicos que ya habían ido, lleven nuevos. Les daba premios, les pagaba; y así fue como yo llegué. Mi adolescencia fue de andar mucho en la calle; mi padre murió cuando yo era muy chico y tuve una adolescencia muy complicada en ese sentido y él se aprovechaba más de ese tipo de menores”, recordó.
Además, detalló que a la casa del abogado condenado iban todo tipo de chicos: de clase alta, media y baja, “pero él a los chicos de clase baja les pagaba para hacer exhibiciones sexuales para los de clase media alta. Él no compartía con los menores de clase baja; sólo les pagaba para esos actos obscenos. Durante 40 años fueron miles y miles de chicos de todas las clases sociales”.
El odio a través de las redes sociales y el silencio cómplice
Muy seguro de su actualidad, Joaquín asegura que no se fija lo que dicen en las redes sociales. “Yo me fui hace mucho tiempo de Gualeguaychú, justamente por el tipo de sociedad que tenía en ese momento. Seguramente ahora haya cambiado mucho y se haya ido actualizando como todas las sociedades en general”.
“Cuando salió la nota de Daniel Enz en Revista Análisis, a quien le agradezco su profesionalismo y cuidado, sentí la satisfacción, que por fin alguien se animaba a hablar, porque en la ciudad no existe una persona mayor de 35 años que no supiera lo que pasaba. Quiero resaltar cómo me contuvo y cuidó mi privacidad a lo largo de estos años; quiero agradecerle a nivel humano porque en gran parte fue por él que se alcanzó la justicia”, contó el denunciante y agregó: “Los abusos de Gustavo Rivas ocurrían a media cuadra de la Jefatura de Policía y a una cuadra de los Tribunales. Es una locura, esto se tapó siempre”.
“Cuando yo me decidí a sumarme a la denuncia perdí amistades y gente muy querida, justamente por ese pensamiento conservador que hay en la ciudad. Yo hoy soy padre de chicos preadolescentes, de la edad que yo tenía en ese momento y el sólo hecho de pensar que a ellos les pase algo así, que te marca, que te lastima, que te deja marcado para el resto de tu vida…bueno, entonces el qué dirán me importa muy poco”, sentencia.

El modus operandi del abusador
Joaquín sostiene que Gustavo Rivas no era el único y no es el único que comete este tipo de delitos. “Hacer justicia es decirle a esta gente: `guarda porque te puede ir mal’”.
“Las carrozas eran un lugar donde Gustavo Rivas cooptaba menores a granel; clubes de básquet como Central Entrerriano, Neptunia, Racing, algunos colegios, no todos, porque él elegía qué chicos. Él elegía a sus víctimas y tenía un estereotipo de chicos de los cuales abusaba. Nos llenaba de alcohol, colmaba las mesas de alcohol, pero él no tomaba; y no sé si le ponía algo más al alcohol, y cuando los chicos estaban destrozados, ahí los abusaba”, relató Joaquín Otero a Ahora ElDía.
Además, recordó que Rivas le pagaba a casi todos los chicos, sobre todo a los que venían de sectores muy vulnerables. “A ellos los hacía entrar en un determinado momento y los hacía tener relaciones delante de los demás; hacía que lo besen. Es decir, los usaba para sus barbaridades. Los detalles son imposibles de transcribir”.
El silencio era tan profundo, que no recuerda haber hablado con sus amigos, pero sí asegura que los adultos sabían todo. “Inclusive algunos adultos habían ido a la casa de Gustavo Rivas cuando eran adolescentes. Se daba eso también, así que tengo una ambigüedad en el pensamiento, pero sí había una sociedad totalmente consciente de lo que pasaba donde la gente se lo “perdonaba” por pertenecer; por ser un “ilustre”. Si era de clase media baja, no hubiera sido el mismo impacto y no se hubiera mantenido en el tiempo con tanta impunidad”, sostiene Otero.
“No es el único”
“Sabíamos de otros abusadores, pero no con el nivel de perversión de Rivas, ni lo va a haber en el futuro. Esta gente existe, como hay asesinos o todo tipo de psicópatas y están insertos en la sociedad y lo único que los puede frenar, es el miedo a que le pase lo que le está pasando a un semejante. Por eso, esta condena marca y otro abusador puede tomarlo como ejemplo”, expresó el entrevistado.
En este sentido, la víctima de Rivas aseguró que “hemos sacado parte de la basura a la luz. De las miles de víctimas, muy pocos nos hemos animado a hablar. A mí me ha costado mucho que amigos que iban conmigo puedan decirlo. Muchos deciden no hablar por el qué dirán. Y existen también los que no se sienten víctimas, a pesar de haber sido abusados; la mayoría calla por vergüenza”.
Después de muchos años, Joaquín le contó a su última pareja todo lo que había pasado y también lo compartió con sus hijos.
Las secuelas son muchas: “El recuerdo ya es una secuela en sí y es la peor de todas, cuando vienen imágenes de abusos, de chicos siendo abusados de maneras demenciales. Eso te acompaña todo el tiempo”.
¡Se hizo justicia!
“Yo siento la justicia porque él dedicó su vida a dos cosas: una a ser un ciudadano ilustre, un historiador, y otra, dedicarse toda su vida a abusar de menores. Todo el esfuerzo por ser reconocido socialmente, se vio totalmente coartado por sus aberraciones.
Él nunca jamás va a ser recordado como un ciudadano destacado. Él siempre va a ser recordado por ser un abusador de menores y eso es justicia. En Wikipedia, en las noticias, en los textos de abogacía, todos van a decir que es un abusador; yo no le deseo nada más; nunca le deseo el mal a nadie, primero porque respeto los Derechos Humanos y no quiero que nadie sufra, pero sí que haya justicia”, cerró Joaquín Otero.