Hacer de los recursos naturales una bendición
La existencia de países ricos en geografía pero pobres socialmente es una paradoja económica. Noruega sería el ejemplo contemporáneo de que en eso no hay fatalidad.A priori los países que tienen una mayor cantidad de recursos naturales per cápita deberían ser más ricos que los que no tienen reservas. Se diría que los habitantes de esos países son afortunados por contar con suelos agrícolas y minerales en abundancia.Sin embargo la relación entre crecimiento económico-social y recursos naturales ha sido ambigua. Por lo pronto hay una larga lista de naciones que, a pesar de tener una geografía generosa, han permanecido pobres.De hecho el análisis histórico y los distintos estudios sugieren la existencia de una "maldición de los recursos naturales". Y hay quienes postulan que éste ha sido el sino de la mayoría de los países de América Latina.La mentada maldición residiría en que los países ricos en recursos actúan como los herederos de una gran fortuna: sólo aspiran a vivir de la renta que les proporciona ese patrimonio.Se convierten en "exportadores de naturaleza", a la vez que importan para su propio consumo otros productos, generalmente bienes manufacturados. Caen presa del "extractivismo", es decir remueven grandes volúmenes de recursos que luego no son procesados por ellos.Este tipo de modelo es rentístico. Con ello se alude a un tipo de economía que depende más de los ingresos que reporta la naturaleza, que del trabajo humano y la tecnología.En épocas de bonanza esos ingresos se consumen en lugar de ahorrarse o invertirse para ampliar la base productiva. Por tanto, el día que el precio de sus materias primas cotizan en baja, están en problemas.Pero la experiencia histórica revela que no hay fatalidad: hay países que se han enriquecido con sus recursos naturales. Un ejemplo contemporáneo sería Noruega, a juzgar por las noticias que vienen de Europa.Hace 50 años era una de las economías más pobres del Viejo Continente, pero pasó a ser la más desarrollada e igualitaria del mundo, y esto gracias a que supo capitalizar la riqueza petrolera.Eso cuenta Juan Pablo De Santis, corresponsal europeo del diario La Nación. "La educación es pública, gratuita y bilingüe. Es difícil no encontrar a personas de menos de 50 años que no hablen inglés fluidamente", cuenta al retratar las bondades del modelo noruego."Todos poseen cobertura de salud; la esperanza de vida al nacer es de 81 años; la brecha salarial entre varones y mujeres es casi inexistente; no hay pobreza ni desocupación y la renta por habitante -57.300 dólares- es la cuarta más elevada del planeta", refiere.Medio siglo atrás Noruega no sabía que su mar albergaba una de las diez reservas de petróleo más grandes del mundo. Cuando movilizó esa riqueza del subsuelo los noruegos, que hasta entonces dependían de la pesca, empezaron a vivir mejor.Pero el experimento retrata la idiosincrasia de ese país. En el temperamento de los noruegos (que hoy son 5 millones) "está el ideario de que son una nación pequeña, donde hay que trabajar duro y que depende de un océano sano", refiere la diplomática Else Bertí Eikeland.Una de las claves del modelo es la constitución del "fondo del petróleo". Se trata de 800.125 millones de dólares, una suma que equivalente casi al doble de la economía argentina, que es el ahorro de la sociedad noruega.Dicho fondo financia hoy el desarrollo de Noruega y es la garantía para pagar futuras jubilaciones.
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