Hay dos países
Hubo un tiempo en que a Brasil lo apodaban Belindia, por tener un doble estándar, el de la desarrollada Bélgica y el de la pobreza extrema característica de la India. La Argentina de hoy no es muy distinta.Luego de 6 años de desarrollo económico, y más allá de la mejora social respecto de 2002, cuando la implosión de la convertibilidad, se diría que hay dos países, cuyos habitantes viven en universos sociales muy distintos.Hay un dato crucial decepcionante: la pobreza pasa el 30% y está arriba de la que había en la plenitud del denostado "modelo neoliberal" de los años '90. La fractura social -que evoca a Belindia- es dramática.Nuestra progresía, amenazada por esta realidad, ha optado por disfrazarla. Empezó manipulando el Indec -rompió el termómetro que medía la enfermedad- y ahora va por el control del relato social, vía ley de medios."Si hay pobreza que no se note", sería la estrategia mediática oficial, aplicando la lógica estalinista de sustituir el principio de realidad por la construcción retórica de la propaganda."Es absurdo que niños mueran a causa del hombre viviendo en 'el granero del mundo'. Sí, ocho niños menores de 5 años mueren por día en nuestro país a causa de la desnutrición; mejor dicho, a causa de la injusticia. Digámoslo fuerte: nuestros chicos se mueren de hambre".Así se quejó hace poco el obispo de Gualeguaychú y miembro de la Pastoral Social, Jorge Lozano. "Los pobres acuden a nuestras puertas cada vez con mayor necesidad. Los vemos. No son invisibles, no se esconden detrás de las estadísticas", señaló.El Estado reparte planes sociales como paliativo, a modo de control social de la pobreza. "Se estima que más de 8 millones de personas -1 de cada 5 habitantes- reciben asistencia del Estado para subsistir", es el cálculo que acaba de hacer el periodista económico Ismael Bermúdez.Según Roberto Lavagna, el modelo económico inaugurado tras la hecatombe de 2001-2002, sacó de la pobreza a 9 millones de argentinos. Pero dicho modelo empezó a andar mal, de suerte que hoy 3 millones de ese total volvieron a caerse del mapa, según el ex ministro.Para Lavagna el cuello de botella está en la falta de inversión y en la consecuente pérdida de empleos, a causa de malas políticas económicas instrumentadas desde 2006 hasta acá.En realidad, no hay acuerdo sobre las causas del mal. Los políticos argentinos siguen peleándose entre ellos, y parecen estar incapacitados para consensuar un modelo de desarrollo de largo plazo, dirigido a incluir a ese otro país sumido.Administrar la miseria parece ser la estrategia global. Los planes sociales, en este sentido, son el instrumento elegido. Una estrategia no exenta de manipulación política de los pobres, convertidos en rehenes de la ayuda del gobierno.En la Argentina se sigue hablando sobre si esta ayuda -en planes sociales se destinan 15.000 millones anuales- es eficiente y si detrás de ella no hay una explotación de los pobres con fines políticos.Mientras tanto, una cosa parece ser cierta: en la Argentina hay dos países. En uno, unos 25 o 30 millones de ciudadanos pueden imaginar y construir un proyecto de vida, pese a la inestabilidad económica crónica.En el otro, hay millones de argentinos que viven perdiendo ingresos y capacidades desde hace años, viviendo en condiciones precarias, sin herramientas de proyección y autodefensa, con el futuro clausurado para ellos y sus hijos.¿Acaso tenemos que resignarnos a que estos dos países coexistan en el tiempo, viviendo uno aislado del otro? ¿Es posible ignorar a los millones de excluidos? ¿El modelo es Belindia?
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