Hiroshima y el lado oscuro de lo humano
Al cumplirse en estos días 65 años del ataque nuclear contra las ciudades de Hiroshima (6/8/1945) y Nagasaki (9/8/1945), persiste la duda de si la humanidad ha sabido procesar tamaño acto de barbarie.La interpretación convencional indica que las bombas atómicas tenían una finalidad esencialmente política -exhibir el poderío atómico norteamericano en el nuevo equilibrio- que 300 mil japoneses pagaron con sus vidas.La rendición de Japón era inminente y las bombas fueron lanzadas no con el propósito de vencerlo, sino de prevenir a los soviéticos del arsenal estadounidense ante el vecino conflicto posterior a la II Guerra Mundial.De hecho desde entonces se inauguró una era llamada de "Guerra Fría" entre las dos potencias emergentes del conflicto (EE.UU. y Unión Soviética). Es decir una "paz" mundial asentada en la disuasión atómica y el equilibrio del terror.Un aspecto que suele subestimarse en el caso Hiroshima es la alianza entre la ciencia y el poder político. Aquí la física, en efecto, mostró que podía ser una herramienta de destrucción del género humano.Hubo un grupo de científicos que durante la II Guerra Mundial elaboraron la emblemática arma del siglo XX, y que se usó en Japón. El Proyecto Manhattan (1942-1945), que terminaría creando la bomba atómica, fue desarrollado por el gobierno de Estados Unidos.El proyecto reunió a muchos científicos de la época y surgió a raíz de una carta que envió Albert Einstein al presidente norteamericano, Franklin D. Roosevelt del 2 de agosto de 1939, alertándolo sobre el posible desarrollo del armamento nazi con uranio enriquecido.El filósofo alemán Martín Heidegger desarrolló reflexiones profundas que impugnan la supuesta "neutralidad" de la ciencia y la técnica. El uso de la técnica moderna para consumar los exterminios en masa, como los campos de concentración, las guerras mundiales y las bombas atómicas, refleja el lado oscuro de la civilización tecnológica.Pero lo más inquietante es que los peligros de las armas nucleares y su constante proliferación se encuentran más latentes que nunca. El dato es que los arsenales nucleares existentes equivalen en la actualidad a 150 mil bombas de Hiroshima.Por otro lado, hace poco sorprendió la carta que el líder cubano Fidel Castro le enviara al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, instándolo a evitar una guerra nuclear con el régimen iraní.Hacia finales de los '50, el filósofo judío Günter Anders, abismado por la experiencia de los campos de concentración nazi, estableció una correspondencia con Claude Eatherly, uno de los pilotos de Hiroshima.El filósofo había leído en una revista norteamericana la noticia de los problemas psíquicos y el intento de suicidio del piloto. ¿Qué estaba pasando con él?La correspondencia fue iluminadora. Eatherly estaba acosado por los remordimientos tras descubrir las consecuencias de su "culpa" a la que fue condenado sin ser consciente.El caso de este típico joven norteamericano ilustraba perfectamente la paradoja de las modernas masacres tecnológicas, cuyos ejecutores podían ser a veces "culpables inocentes".A esa conclusión inquietante llegó el filósofo: Eatherly ignoró totalmente el poder del artefacto que soltaba y las consecuencias que provocaría. Había actuado como simple engranaje de la muerte cuya amplitud no podía imaginar.Pero luego fue presa de un aplastante sentimiento de culpa al tomar conciencia de la horrible masacre de la que fue agente involuntario. Para Anders, el piloto personificaba así la "inocencia del mal".Hiroshima simboliza el lado oscuro de la humanidad
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