Indicios de reversión del boom de consumo
La fuerte devaluación del peso y la subida de la tasa de interés se han combinado para encarecer muchos de los bienes que conformaban la canasta de las familias. El mundo de la electrónica es uno de los sectores más expuestos a la variación del dólar. Se calcula que alrededor del 90% de los insumos y componentes para el ensamblado de los televisores, celulares, computadoras portátiles, entre otros, llegan del exterior y a precio internacional.Al devaluar fuertemente el peso (cuya contracara es un salto del dólar) esas mercaderías se encarecen internamente, más allá de que el gobierno exija a las casas de ese rubro que no haya traslado a precios.Algunos analistas sostienen que en caso de que el plan de congelamiento oficial siga, o que las suban no compensen la tasa de devaluación, entonces podría haber faltante en las góndolas, como ya ocurrió en enero cuando se derrumbó de golpe el peso.Pero el mercado de electrónicos y artículos del hogar acaba de sufrir otro golpe económico. Desesperado por parar la sangría de sus reservas, a partir del furor por la compra de dólares, durante los primeros días de febrero el Banco Central subió la tasa de interés.Esto supuso el fin de los tentadores planes de financiación. Los generosos planes de cuotas sin interés han desaparecido. En su lugar, rige un sobrecosto financiero (que supera largamente la inflación proyectada) que se ha vuelto incluso prohibitivo para los mejores salarios.A esto se suma que difícilmente las remuneraciones de este año puedan ganarle la carrera a los precios. La mayoría de los analistas descuentan que habrá una caída del poder de compra real en 2014.Estos eventos crean un escenario de retracción que según algunos economistas pone fin al ciclo de expansión del consumo que vivió Argentina el último tiempo, al menos en lo que queda de este año.El consumo privado y el gasto público han sido la esencia del modelo económico. La estrategia lubricó con éxito la política, concitando la adhesión electoral al kirchnerismo.Todo boom de consumo, que genera lógico bienestar en la población, trae rédito político. En los '90, por ejemplo, se había convertido en un tópico de época decir que Carlos Menem ganaba las elecciones con el "voto-cuota".La macroeconomía, durante la última década, tuvo un fuerte sesgo pro consumo. Incluso la inflación fue vista como un mecanismo deseado, toda vez que alentaba a no guardar los pesos.El razonamiento de los consumidores fue que, dado que los precios subían todos los meses, mejor era gastarlos cuanto antes para no perder poder adquisitivo.En 2011, Hugo Moyano, por entonces jefe de la CGT, elogiaba el esquema: "Prefiero este poco de inflación y no la deflación que se pagaba con puestos de trabajo. Que haya un poco de inflación y que siga generando puestos de trabajo, aumentos salariales, consumo masivo, no es malo para un país, lo que es malo es la deflación".Buena parte de la sociedad pensaba lo mismo, a juzgar por el triunfo político ese año de Cristina Fernández de Kirchner, quien fue reelegida presidente con el notable 54% de los votos.La inflación es como la droga. Al principio genera una ilusión de bienestar, pero luego cruza un límite donde los costos se imponen a los supuestos beneficios.Llega un momento en que los ingresos quedan tan rezagados respecto de los precios que se entra indefectiblemente en una desaceleración del consumo. La población, entonces, cambia su humor y hasta sus simpatías políticas.
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