Javier Barraza y las cartas

Por Oliver Russell
Especial para El Día
Hace unos meses, en Buenos Aires, el escritor salteño en un encuentro con diario El Día, habló de sus primeras incursiones en la literatura, de su provincia y de su última publicación.
J.B.: Empecé a escribir poesía y a los catorce años formé un grupo literario con unos amigos del colegio que se llamaba Sentires. Después formé otro que se llamaba Plenitud. Lo formamos porque no estábamos de acuerdo con los programas oficiales de aquellos años, era un programa oficial para todo el país y era muy rígido: en literatura de primer año tenías el Quijote de la Mancha en la unidad uno, en la unidad dos a Juan Ramón Jiménez, y era tan rígido que quedaban afuera Neruda, Vallejo, los autores modernos, Vargas Llosa, Borges, etc.
EL DÍA: -En un librito de diálogos, Borges y Sábato comentan eso, como a veces la literatura en los colegios resultaba aburrida por esa rigidez.
-Claro, el objetivo del grupo fue quebrar el esquema estructural de la literatura de ese momento, fue un intento que quedó en eso nada más. Era un grupo que organizaba charlas literarias, invitábamos algún escritor local, y a la vez cada uno estaba intentando escribir y armar su propio libro.
-Conozco uno de sus libros de poemas, “Ecos de tu mirada”. Tiene un estilo muy clásico, recuerdo que tiene muchos sonetos.
-Sí, hice muchos géneros, soneto, copla, verso quebrado. Pero el género príncipe de la literatura es el soneto. Ahora lo que estoy leyendo es literatura del Japón, sobre todo un tipo de poesía muy breve que se llama haiku, compuesto por tres versos y diecisiete sílabas, y que con eso intenta expresar algo. Hay uno muy lindo que dice “ese camino/ya nadie lo recorre/salvo el crepúsculo”.
-Hay un libro de Cortázar que se llama así.
-Claro, Cortazar tomó de ese haiku de Basho el título de su obra, “Salvo el Crepúsculo”. Y estoy escribiendo un poco de eso, un poco de haiku y leyendo literatura del Japón, Yukio Mishima, Yasunari Kawabata. Mishima me gusta mucho, es un autor que intenta revitalizar los valores de Japón, porque si bien es un país que ha conservado una gran tradición, en los últimos tiempos ha sufrido una distorsión de los valores. Mishima es uno de los escritores que ha intentado volver a las grandes tradiciones Japonesas.
-Usted dictó un seminario en la UBA que trataba la relación entre la política y la literatura.
-Sí, eso surgió del curso de Teoría del Estado. Dicen que los hombres leen ficciones al no conformarse con la vida que tienen, intentan vivir otras vidas y esas otras vidas las viven mediante las ficciones. Pero dicen que las ficciones contienen algo de rebeldía. Es por eso que la Inquisición Española, cuando llega a América, una de las cosas que hace es prohibir la publicación de novelas. Por eso las primeras novelas o ficciones se escribieron después de la declaración de la Independencia, después de 1816. Entonces me llamó la atención como un hecho político intenta prohibir un hecho literario, algo que parece inocuo. Así empecé a ver porqué un autor escribe un libro. En la mayoría de los autores hay un hecho que los marca y que los lleva a escribir algo. Por ejemplo, “El Corazón de las Tinieblas” de Conrad, lo escribe después de un viaje que hace a África como marino y ve como se explotaba a la población del Congo. Ese hecho político es el que lo lleva a escribir el libro. Del mismo modo la literatura puede incidir en la política: Henrik Ibsen, un escritor noruego, escribió “Casa de Muñecas”, que es una novela que habla de la liberación femenina, del rol de la mujer en la familia. Cuando él la escribe en 1879 no existía el movimiento feminista y esa obra es la que enciende la idea de que la mujer debía liberarse. De hecho tuvo tanto impacto, que cuando se publica en Noruega, en esa época en que se acostumbraba a enviar tarjetas para invitar a alguien, por ejemplo, a tomar el té, en las tarjetas se ponía, abajo, “prohibido hablar de Casa de Muñecas”. Entonces desarrollé esa idea, como a veces la política incide en la literatura.
-Hábleme un poco sobre la poesía salteña. Hay un poeta salteño que me gusta mucho: Jaime Dávalos.
-Es muy conocido Jaime Dávalos; Juan Carlos Dávalos también. Sabés que hay mucha poesía salteña. Hay otros muy conocidos: José Ríos, Jaime Alarcón. Esos en realidad son los que llegaron a publicar obras, porque hay muchos otros que no han llegado a tener una repercusión a nivel nacional. Salta en realidad es una sociedad en la que escriben casi todos. No sé porque será. Hay sociedades que le dan importancia al teatro, o a algún deporte, pero en Salta pasa eso con la poesía. Sobre todo en el norte.
-¿Cómo surge éste último libro de cartas?
-El tema de las cartas surgió en una charla donde un escritor decía que el mundo se estaba volviendo cada vez más inhumano, que cuando uno manda un mail, lo lee y después lo borra. Este escritor contaba que antes, cuando uno se quería comunicar, se sentaba en un escritorio, con tiempo, que es lo que falta hoy, escribía una carta y la enviaba. Esa carta salía a Inglaterra, a Londres, y cuando llegaba, tiempo después, la familia que la recibía se reunía en torno a la carta, la leían en una reunión familiar, y después se releía, la comentaban y la guardaban. Por medio de una carta se puede conocer la personalidad y el sentimiento de una persona. Y como producto de esa charla pensé que una forma de revitalizar eso, era escribir un libro de Cartas de Amor. Porque si bien seguimos mandando cartas de amor, no va a llegar, dentro de treinta o cuarenta años, testimonio de como se sentía el amor a principios del siglo XXI.
-¿Se escribe a otra velocidad, no?
-Claro, se escribe a otra velocidad y no se guarda; se lee y se tira.
-¿Se trata de un género o son cartas escritas a alguien real?
-Es un género y también están escritas a alguien, como cuando uno escribe una carta de amor. En algún momento siempre hemos intentado mandar una carta a alguien, un mensaje de amor. Es un género perdido, porque lo que ha dominado en la literatura es la poesía y la narrativa; al género cartas de amor se lo toma como algo cursi. A Cervantes le pasó algo parecido. Había triunfado en la narrativa, pero siempre quiso triunfar como poeta y no pudo. Siempre ha sido un género literario menor, y es el que trato de recuperar.
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