EN VIGENCIA
Javier Milei, a ritmo de vértigo para imponer su modelo de país
A ritmo de vértigo y convencido que lo que no haga ahora difícilmente lo podrá hacer más adelante. Milei, que llegó para romper los esquemas y movilizar de raíz la economía argentina, lo sabe.
Jorge Barroetaveña
El fondo es otra cosa, el método está claro. Irá para adelante cueste lo que cueste. Así lo hizo durante la campaña. Claro que gobernar es otra cosa y todo está por verse.
El debate sobre la casta es viejo en Argentina. El término casta, al menos en el sentido popular que tiene, direcciona hacia la clase política. Pero la ‘casta’, no son solamente los dirigentes políticos de turno, los que pasaron y los que vendrán. También existe una casta sindical, empresarial y hasta mediática. Esa ‘casta’, en buena parte es la que se ha visto afectada por el mega decreto con el que Milei pretende cambiar las bases económicas de la Argentina.
El decreto, que es la punta del iceberg según advirtió el propio mandatario, toca tantos intereses como reacciones contrarias ha producido, incluida la propia ‘casta’ política que ahora parece dispuesta a trabajar después de un año de vacaciones en el congreso. Si algo positivo hay para rescatar del tembladeral es que los legisladores nacionales volverán al Congreso después de un año sabático. ¿En qué empleo privado uno se puede tomar un año de vacaciones sin que lo echen? En ninguno, pero trabajar en el estado tiene sus prerrogativas y ser legislador más todavía.
Las desregulaciones y la libre competencia afectan a vastos sectores empresarios acostumbrados a vivir de la dádiva y la prebenda del estado. El empresariado argentino ha hecho de la prebenda, su modo de vida. En esto caen hasta las empresas más grandes del país. Muchas en lugar de CEOS tienen lobbystas especializados en buscar y sacar ventajas del estado, codeándose con los funcionarios circunstanciales, no importa su color político. Arremeter contra eso tiene un costo.
La ‘casta’ sindical también la conocemos todos. No es necesario señalarla con el dedo. Sindicalistas ricos con afiliados pobres. Esa parece la consigna. ¿O cómo hicieron para no hacer un paro general con el 150 % de inflación? ¿O los gobernadores que consintieron que Massa le metiera la mano en el bolsillo a sus provincias a cambio de ‘futuras promesas’? ¿Y ahora mendigan que les devuelvan esos fondos de todas las formas posibles porque no les alcanza ni para pagar los sueldos? Bien de casta, ¿no?
La oposición avisó que en el congreso el DNU no la tendrá fácil ni mucho menos. Unión por la Patria lo tildó de ‘inconstitucional’, y los radicales, funcionales, también avisaron que están cerca de su postura. El decreto está a tiro de ser volteado. Si eso no ocurre en el Congreso, todavía tiene que hablar la justicia donde empezaron a llover los amparos de los que se sienten perjudicados.
Milei es víctima de su propia estrategia de campaña que lo dejó raleado de representantes en el Parlamento. Está convencido igual que el 56% de los votos es plataforma suficiente de lanzamiento y aceptación para sus propuestas. Sobre el método no duda. Sabe lo que le pasó a Macri con su tibieza y está dispuesto a ir a fondo. Las peleas que se dan con un gobierno asentado, él prefiere darlas apenas llega. Es extraño porque todavía hay lugares claves del gobierno que no han sido ocupados y otros, como la Embajada en Brasil que están en manos de personajes emblemáticos del peronismo como Daniel Scioli. Todo es posible parece en el mundo de Milei, pero gobernar es distinto a estar en campaña. El ejercicio del poder requiere de flexibilidad y capacidad de generar acuerdos y consensos, cuando los votos no alcanzan. El libertario ha invertido esa ecuación, golpeando la mesa queriendo hacer valer el peso de los votos.
La batalla por la preeminencia recién comienza. Sobre todo porque la reforma que planean llevar a cabo será mucho más profunda que el decreto de necesidad y urgencia que alumbró el martes.
Privatizar empresas públicas, limitar el derecho de huelga, meter las narices en las cajas de las obras sociales u obligar a competir a los privados, no es gratis. La factura puede ser tan alta como el desafío de imponer esas medidas. Se viene un verano turbulento y con el congreso trabajando, un verdadero milagro de la democracia.
Milei decidió ir por todo, cambiar un sistema por otro, pateando el tablero. No hace algo muy distinto de lo que dijo que iba a hacer. Falta mucho aún, porque hasta ahora la ‘casta’ política se la viene llevando de arriba. Algún día algún político podría levantar la mano para decir ‘me bajo el sueldo’. O un juez. O un legislador. Falta, falta mucho. Y el tiempo no es eterno. Es escaso. Tanto como la paciencia de la gente.