La actitud ante el error y el fracaso
Cuando no logramos lo que deseamos, cuando lo que intentamos naufraga, corremos el riesgo de renunciar y resignarnos. Pero muchas veces perdemos de vista que la plenitud es resultado de experiencias fallidas previas. Fue el filósofo Friedrich Nietzsche quien predicó contra la actitud pasiva ante los problemas. Contra los que buscan la felicidad evitando los pesares y angustias que suelen acompañar su búsqueda.Renunciar a pelear por aquello que se desea equivaldría así a dejar de vivir. En la concepción del filósofo alemán, la plenitud no se alcanza evitando el dolor, sino reconociendo su papel como un paso natural e inevitable en la senda que hay que recorrer para alcanzar cualquier cosa.Los proyectos humanos más gratificantes parecen inseparables de cierto grado de tormento. "Examinad la vida de los hombres y de los pueblos mejores y más fecundos y preguntad si un árbol que debe elevarse altivamente puede pararse sin el mal tiempo y las tempestades", escribió Nietzsche.En la brecha entre quienes aspiramos a ser un día y quienes hoy somos, han de estar la dificultad y el sufrimiento, recordándonos siempre que las cosas se consiguen con esfuerzo y tenacidad.Cada adversidad es una confusa señal de que algo no anda bien. El problema es la actitud que adoptamos frente a la frustración, que es el sentimiento que surge cuando no obtenemos lo que buscamos.Podemos abandonar el barco, creyendo que el repliegue es la mejor estrategia, o sublimamos la situación, aceptando que no somos infalibles, que nos pudimos haber equivocado, y con ánimo de corrección volvemos entonces a intentarlo.Ésta es la tesitura que algunos autores recomiendan para el mundo empresarial y de los emprendedores. El periodista Andrés Oppenheimer, por ejemplo, ha dicho recientemente que hay que "dejar de crucificar a los que fracasan, porque el fracaso es un escalón necesario e imprescindible".Al presentar su nuevo libro, "Crear o morir", en el que se exploran los secretos de las trayectorias de varios innovadores de la actualidad, Oppenheimer sostuvo que en ese ámbito "el fracaso está bien visto; alguien que fracasó muchas veces aprendió mundo más que alguien que no fracasó nunca".Al respecto, cita el caso de Henry Ford, creador del auto producido en serie: "El primer auto se llamó Ford T porque antes tuvo 19 intentos fallidos (A,B,...)", dice el periodista."Los pioneros de la aviación -indicó- se hicieron pomada 160 veces antes de levantar el primer vuelto exitoso". En su opinión, "todos fracasamos antes de triunfar", pero el problema en América Latina es que "no tenemos una cultura de tolerancia social ante el fracaso individual".Oppenheimer dice que la innovación, que "viene de abajo (de la gente), no de arriba", que es producto del espíritu de los emprendedores y no de los gobiernos, se basa en un presupuesto: el fracaso como etapa necesaria y previa.El académico español Miguel del Fresno, por su parte, aclara que hay que tener cuidado de elogiar el error, o su versión más exagerada, el fracaso, como si fueran algo positivo per se que la sociedad debería premiar.Del Fresno sostiene que los errores y fracasos no son una garantía de éxito y no siempre se aprende de ellos, porque algunos son demasiado caros en circunstancia que eran evitables.El autor explica que "para convertir un fracaso en aprendizaje con valor lo que se necesita son: dotes analíticas, inteligencia, autocrítica y capacidad para el aprendizaje. El error o el fracaso, por sí mismos, no garantizan el aprendizaje ni evitan, desde luego, que puedan volver a repetirse".
ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
ACCEDÉ A ÉSTE Y A TODOS LOS CONTENIDOS EXCLUSIVOSSuscribite y empezá a disfrutar de todos los beneficios
Este contenido no está abierto a comentarios