La administración del tiempo libre
Vivimos una época pletórica en posibilidades materiales. Sin embargo, ¿por qué razón cada vez tenemos menos tiempo para nosotros y la familia? Hay signos que demuestran que sufrimos una nueva escasez: la de tiempo. Se trata de un fenómeno que es más patente en sectores de clase media, aunque se extiende a las otras capas sociales.Esta penuria se hace sentir con fuerza en el plano de la producción y del trabajo. Algo paradójico si se piensa que nuestra civilización abunda en medios, y facilidades.Nuestros antepasados, por el contrario, debían lidiar con la estrechez económica. Procurarse el alimento y las condiciones mínimas materiales dominaba la existencia.Pero el hombre contemporáneo ha alcanzado cotas de bienestar impensadas. En un sentido, comparado con otras épocas, está desbordado por la abundancia. Materialmente, se diría, es un privilegiado.De hecho, la civilización de las máquinas prometía hacernos "ganar tiempo". A mediado del siglo XX muchos vaticinaban que el problema del futuro sería qué hacer con el tiempo libre.Pero no. Seguimos a la misma caza del tiempo. Y al parecer, las nuevas posibilidades de expansión materiales -inéditas en la historia humana- más que liberarnos crean más exigencias.Antes se toleraba la penalidad del trabajo con vistas al tiempo libre. El sueño de una sociedad menos alienada era aquella en la cual el hombre quedase liberado del yugo de la producción.Además, dado todos los adelantos técnicos y económicos, se presumía que habría más tiempo y tranquilidad para gozar de los bienes producidos en grandes cantidades.Pero parece que la abundancia no calma la urgencia. Y más bien se diría que la acelera. "Ya no sé por dónde empezar" o "¿Cómo voy a encontrar tiempo para...?", son expresiones muy comunes de una época trepidante y acelerada.Hoy estamos inmersos en la cultura del reloj. Hacerlo todo, rápido, llegar a tiempo, es parte un estilo de vida que sacraliza la velocidad y la agitación constante.Para algunos se trata de una dinámica propia de la sociedad de consumo. Hay una carrera por los objetos, dicen, que hace impensable que la rueda de la actividad humana se detenga. El hombre no se sacia nunca y en una cultura del tener, como la dominante, hay que trabajar más horas para consumir más.Pero acaso la carrera consumista, que nos vuelve algo histéricos, revela en realidad que no sabríamos cómo llenar el tiempo, aun en una situación de máxima abundancia.De hecho muchas personas han pasado casi sin transición de esclavo del trabajo "que no tiene un minuto para sí", a desocupado con medios que ya no sabe "cómo matar el tiempo".Al respecto algunos psicólogos han llamado la atención sobre el contrasentido que supone el hecho de que la civilización del trabajo lo es también del aburrimiento.Cuando se detiene la rueda de la actividad, cuando cesa el ruido, desde el momento en que desaparece la marea de los estímulos externos, aflora una sensación angustiosa de vacío.Incluso el mundo del ocio, que por definición supone la no actividad, ha sido colonizado por requerimientos de todo tipo, ligados al consumo, el turismo y el entretenimiento.Porque la idea es no frenar, es seguir aturdidos, al punto que las vacaciones devienen, por lo general, en una actividad estresante, dado que lo que nos ofrece el mercado en este campo siempre es mucho.La cuestión de qué hacer con el tiempo, como se ve, nos conduce a preguntarnos, finalmente, por el sentido de las horas, por el contenido o dirección de nuestras vidas.
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