EL PODER DENTRO DEL KIRCHNERISMO
La brújula electoral, ¿se verá influenciada por lo que le pase a Cristina Fernández?
El impacto del intento de homicidio de Cristina Kirchner todavía condiciona la política. Igual, el tiempo es implacable, tanto como la realidad que todos los días te golpea la puerta. A veces un poco más enfática, otras desesperada. Y otras en medio de un incendio como son los precios. El INDEC por ahora y lo que mide no se han dado por aludidos. Es la hipoteca más pesada que el gobierno de los Fernández, bajo la gestión de Massa, tiene sobre su cabeza.
Jorge Barroetaveña
A esta altura, Cristina y Alberto lucen resignados a la suerte de Massa. El tigrense, que se ha tomado en serio esto de conseguir dólares, voló a Estados Unidos, su primer destino, y habló con los que tenía que hablar. Y les dijo lo que tenía que decirles. A su real saber y entender claro, opuesto a lo que piensan otros socios que, al menos por ahora y por conveniencia, callan y otorgan. El Ministro de Economía dijo que cumplirá a pie y juntillas el acuerdo con el Fondo y avanzó en una reformulación del plan original que sacó a los empellones Guzmán. Massa lo hace con otro plafón y la sensación de vacío entre los socios, transmita por la cercanía del abismo. Sólo cuando el piso se abrió debajo de sus pies, tomaron conciencia de lo que podía pasar. Después vino el incidente con la Vicepresidenta que cambió la agenda política y disimuló la económica. Conveniente para la magnitud del ajuste que está llevando adelante un gobierno peronista. Pero no lo suficiente para que el huracán de precios se lleve puesto todo.
En ese reacomodamiento, también se zarandea la oposición. Si bien lo que ocurrió con Cristina actuó como cortina para todo lo demás, las diferencias opositoras y la falta de definición de liderazgo contribuyen a la confusión general. Parece que sólo un proceso interno servirá para bajar la marea de egos que la gobiernan y poner blanco sobre negro los deseos de cada uno y las posibilidades de concretarlos.
Los roces entre Rodríguez Larreta y Bullrich no sólo cansan sino que los perjudican a ambos. Si bien los dos abrevan del mismo electorado y se necesitarán para el final del camino, el ruido de las peleas es insoportable. Juntos por el Cambio deberá saber que el enojo con la dirigencia política es general y no reconoce ideologías ni tampoco nombres propios. El mal gobierno de los Fernández no significará carta blanca para nadie. Ni siquiera para los que ahora disimulan, miran para otro lado y dicen no tengo nada que ver con lo que pasa. Es lógico que, a casi tres años de un nuevo gobierno, las excusas de la herencia se deshilachan solas. Es más, tienen el efecto contrario porque ya huelen a eso, excusas.
En su primera manifestación pública después del atentado, Cristina relativizó una eventual candidatura presidencial. De todas las maneras posibles, sus seguidores más fanáticos han instalado de hecho el tema, lo que ya genera amplio debate hacia el interior del peronismo. Pero la centralidad de Cristina no cede y todo abreva de sus movimientos. El peronismo ha quedado subsumido en el kirchnerismo y nadie se atreve a levantar la voz. Todo indica que las riendas de la decisión de quién representará al oficialismo estarán otra vez en manos de la vice, como fue con Fernández. No importa el mal resultado, ella sigue concentrando el poder dentro de la coalición gobernante y es la accionista mayoritaria de los votos, pese a que las encuestas digan lo contrario y marcan lo que sería su piso electoral.
Muchas veces dieron por terminado el recorrido del kirchnerismo y sigue vivito y coleando al punto de condicionar tanto al oficialismo como a la oposición. Hay una variable que ni Cristina ni nadie maneja: el humor social. Este ítem, que las encuestas no miden, pero reflejan indirectamente, sigue siendo contrario a los deseos peronistas.
Este fin de semana hubo elecciones en Marcos Juárez. Una ciudad santafesina de 30.000 habitantes, en el corazón productivo de la Argentina. Ninguna encuesta pudo reflejar el resultado que finalmente se dio: una victoria amplia de Juntos, marcando continuidad en la gestión comunal. No es la primera vez que las encuestas fallan. Lo han hecho en cada una de las últimas elecciones. O la metodología es incorrecta o la gente está cansada hasta de eso: que le pregunten por quién va a votar. Igualmente, el resultado arroja algo para tener en cuenta y es cuál ha sido el impacto real de lo que le pasó a Cristina. Si eso podría traducirse en votos, más allá de lo que ella misma diga o expresen sus seguidores. Si es así se verificará otra vez el inmenso divorcio que hay entre vastos sectores de la sociedad y su clase dirigente que parece vivir en un país distinto a la Argentina.
Por eso, las luces amarillas de Juntos, vaya paradoja, no deberían ser ignoradas. Cuando el árbitro revolea la roja, en el tumulto, a veces no se sabe a quién expulsó. Nadie tiene nada asegurado. Deberían saberlo bien.