La casa propia y la distorsión de prioridades
¿Qué es más apremiante: afrontar el pago de la cuota de la casa, o el abono de un servicio prescindible como el celular? ¿En qué medida el consumismo confunde lo necesario con lo superfluo?El dilema lo planteó a este diario el gerente de la Zonal Sur de IAPV, Ricardo Nieto, al evaluar el hecho de que la mitad de los adjudicatarios del programa de vivienda no paga las cuotas en tiempo y forma."Está visto que algunos adjudicatarios prefieren darle prioridad a otros gastos, a pagar el cable o el celular, olvidándose del compromiso básico asumido de afrontar el costo de su vivienda, que es un bien más esencial", afirmó.En su opinión, hay morosos que pueden justificar su situación de impago -caída, por ejemplo, de sus ingresos- pero existe un segmento que está dispuesto a postergar las obligaciones inherentes a un techo propio por la adquisición de bienes de menor calibre.Esta conducta, en un punto aberrante, también puede ser explicada por la creencia extendida entre sectores sociales favorecidos por los planes estatales -parte de la clientela del IAPV- de que el Estado, finalmente, tiene que regalarles la casa.A esto se suma, según Nieto, la especulación que existe sobre la vivienda social, otro aspecto del mismo desinterés de los adjudicatarios por respetar lo acordado.En efecto, también están los adjudicatarios que "aunque todavía no cancelaron la deuda del inmueble con el organismo, utilizan la propiedad para alquilarla a otra persona para residencia permanente o a turistas. Y en algunos casos pretenden venderla".Es interesante observar que mientras se verifica una alta la morosidad en el pago de las cuotas en el IAPV, al tiempo que las casas ya entregadas, pero no abonadas, son objeto de especulación, hay 3.500 grupos familiares locales que figuran en los registros de demanda de ese organismo, a la espera de un techo propio.Más allá de la problemática en sí misma -que interpela a una repartición estatal en su capacidad de cobranza- vale considerarla a la luz de la sociedad de consumo, donde el individuo tiene asignado un papel: el de consumidor.Y éste es un rol que no se desempeña en los ratos de ocio, sino que es parte constitutiva del hombre actual, a quien le proporciona su más importante fisonomía.En su afán por comprar más y más cosas, en la línea de su gratificación inmediata, es posible un consumo enajenado, en el cual no queda claro que existen necesidades reales que aún no han sido satisfechas (como la vivienda).El hecho de postergar la casa por otros consumos superfluos marcaría que el criterio de la necesidad pasa a segundo plano. La sociología ha estudiado, por ejemplo, que los sectores sociales de menor poder adquisitivo tienden a imitar los consumos de las clases más altas.Sienten, en la sociedad actual, en la que se usa el prestigio como uno de los principales símbolos, deseos irrefrenables de imitar a quienes están en una posición más elevada en la escala social: consumiendo lo mismo que ellos consumen.Por lo demás, el sistema económico actual favorece el consumo en lugar del ahorro. Mucha gente que sabe que es casi imposible comprarse una casa ahorrando, entonces se endeuda para cambiar el televisor, la computadora, la heladera, o el celular; todas cosas que no necesita en forma perentoria y que tarda entre 12 y 18 meses en pagar.El psicólogo Abraham Maslow teorizó sobre las necesidades humanas. Dijo que en la base están las fisiológicas, entre las cuales figura el techo, y es lo primero que cubre el individuo antes de emplear su energía en las otras.Pero la teoría, por lo visto, suele ser desmentida por los hechos.
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