La clase media, entre el orgullo y la culpa
Los libros de sociología engloban bajo el concepto de clase media a aquellos individuos que ostentan un nivel socioeconómico medio. La categoría sociológica despierta, sobre todo entre nosotros, pasiones encontradas.En el sistema de clases que rige en el régimen capitalista están los que ocupan una posición intermedia en cuanto a poder, riqueza y prestigio. Se trata de un grupo heterogéneo ubicado entre la clase o baja y la clase alta.Puede incluir en sus filas desde pequeños industriales y comerciantes, pasando por técnicos y profesionales independientes, hasta empleados de la burocracia estatal y obreros.Tradicionalmente, la clase media es considerada como la mayor representante de la población en los países desarrollados. Y este es un punto clave: material y culturalmente es burguesa.Y la burguesía, como se sabe, es la clase social que derrocó a la aristocracia feudal e instauró el capitalismo como organización social y económica. Sus miembros se destacan en el comercio y la industria.Por tanto, la clase media es sinónimo de bienestar económico, de consumo y de confort capitalista. Por carácter traslaticio, estar contra el capitalismo equivale poco menos que oponerse a la clase media.Carlos Marx, el gran antagonista del sistema, a mediado del siglo XIX anunció el derrumbe del capitalismo en los países económicamente más avanzados.La ambivalencia argentina ante la clase media -alabada y denostada a la vez, motivo de orgullo y de culpa al mismo tiempo- quizá sea otro aspecto de la confusa imagen que los argentinos tienen de sí mismos.Él creía que la polarización de dos clases sociales, entre una minoría capitalista y una mayoría de proletarios empobrecidos, haría que esta última se sublevase, instaurando así una sociedad comunista donde desaparecería la propiedad privada.Pero la revolución no se produjo ni en Inglaterra ni en Francia ni en Alemania, sino en un país feudal como Rusia. ¿Qué pasó? Pues en los países de alto desarrollo capitalista, los que en teoría debían rebelarse, los obreros, mejoraron su condición, olvidándose de la revolución.La izquierda se ha lamentado siempre de la reconversión del capitalismo histórico, en virtud de la cual popularizó el amor a la vida burguesa, y al sistema en general, creando la "clase media".De aquí viene el desprecio hacia lo miembros de esta clase, a los que se vincula básicamente con rasgos mezquinos, crueles e insensibles. Una clase "egoísta", que sólo piensa en ella y su buen pasar material.El escritor Enrico Udenio ha captado que el grueso de la sociedad argentina ama los valores burgueses de clase media, pero reniega de ellos ideológicamente.La esquizofrenia conduce a que ganar dinero genera un sentimiento de culpa. Sectores medios de Argentina, así, sufren el síndrome del burgués acomplejado, consistente en abominar contra el capital mientras al mismo tiempo se lo acumula soterradamente, sin estridencia.El escritor Marcos Aguinis, en una reciente nota titulada "Elogio de la clase media", aclara que este grupo social tiene defectos como tiene el resto de las clases, pero sus virtudes son estratégicas para la prosperidad futura de Argentina."En lugar de descalificarla -como hacen ideólogos arcaicos- deberían desplegarse los proyectos que contribuyeran a convertir a la clase media argentina en el lugar hacia donde se afanen por integrarse quienes sufren pobreza y desconsuelo", aconseja.Según Aguinis, la clase media argentina, vinculada históricamente a la inmigración europea, portó valores que dieron sustento a tres culturas: la cultura del trabajo, del esfuerzo y de la honestidad.Esta clase estuvo dominada por ambiciones legítimas de prosperidad y progreso, aunque no aspiraba a fortunas enormes. Mientras ella le dio la tónica al país "el estudio era un dato cotidiano, infaltable, obligatorio", al tiempo que se aplaudía el mérito y se elogiaba la tenacidad.La ambivalencia argentina ante la clase media -alabada y denostada a la vez, motivo de orgullo y de culpa al mismo tiempo- quizá sea otro aspecto de la confusa imagen que los argentinos tienen de sí mismos.
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