La comida influye en el humor y el carácter
Primariamente la alimentación apunta al mantenimiento de la vida, cubre una necesidad fisiológica elemental. Pero al mismo tiempo es un factor que influye en el humor de las personas. La tradición dualista, con división tajante entre la mente y el cuerpo, quizá temerosa de que este último imponga sus antojos y ritmos al ser humano, tiende a menospreciar su lado físico.Para esta concepción, nuestro cuerpo se halla en contraste casi monstruoso con la dignidad de la razón, es decir con aquello que según una respetable tradición filosófica nos distingue de los animales.Michel de Montaigne (siglo XVI) solía reírse de esta pretensión angelical de renegar de nuestra envoltura física, vivida con incomodidad por alguna gente. Y provocativamente decía que nuestra forma de ver la vida puede alterarse por completo como resultado de una pesada digestión."Siéntome otro en ayunas que tras la comida", escribió. El autor de los 'Ensayos' proponía una filosofía de la reconciliación con el cuerpo, dominado siempre por los apetitos."De nuestras enfermedades, la más salvaje es despreciar nuestro ser", sostenía al argumentar que era conveniente asumir el envoltorio físico y aprender a aceptarlo como un hecho inalterable de nuestra condición, ni tan terrible ni tan humillante."Si la salud y la luz de un hermoso día me sonríen, soy un buen hombre; si tengo un callo que me aprieta en un dedo, estoy malhumorado, desagradable e inaccesible", escribió al postular que las impresiones físicas incidían en nuestra percepción y humor.Los hábitos alimentarios, la frecuencia de la ingesta y la calidad de los productos que se consumen tienen indudable impacto en aquella zona de la personalidad donde residen la afectividad y el pensamiento.Está comprobado, por ejemplo, que una dieta estricta puede estropear el carácter de una persona. Comer poco puede acarrear fastidio y malhumor. Por el contrario, el exceso rompe también el equilibrio, influyendo negativamente en el plano anímico.Quien tiene un vínculo adictivo con la comida, y emprende un plan contra el mismo, puede caer en una inquietud permanente, según reconoce Máximo Ravena, especialista en obesidad y trastornos alimentarios."Supongamos, una mujer que una mañana se propone hacer dieta pero llegan las seis de la tarde y la rompe. Se frustra, se pone de mal humor. Al otro día, se vuelve a levantar con la autoestima alta para retomarla pero vuelve a romperla. Junto con el sobrepeso, eso genera un estado ambiental malo. Los ojos externos están asomando en forma crítica, observando lo que le pasa, que no resuelve el problema. Los ojos internos se sienten perseguidos por la propia inoperancia. Eso, obviamente, cambia el humor", sostuvo en diálogo con Infobae.El especialista reconoció que en estos temas también existen los estereotipos: "Se dijo siempre que una persona que consume mucha carne es más agresiva; que una persona vegetariana es más tranquila y que la que come moderadamente tiene una actitud más serena, sabia y equilibrada". En tanto, algunos estudios revelan que las personas que consumen más grasas trans son propensas a mostrar conductas negativas como impaciencia, irritabilidad y agresividad.Por lo demás, los estados de infelicidad o, al contrario, de euforia dependen de la activación de sustancias químicas. Se cree que el chocolate, por ejemplo, estimula el cerebro y devuelve euforia y buen humor.A través de lo que ingiere, en suma, el cuerpo incide en nuestra mente, aunque ello humille la imagen racional del hombre, al decir de Montaigne.
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