La crisis climática y la táctica de ignorar lo obvio
Mientras se acumulan evidencias empíricas de un agravamiento de la situación climática mundial, aumenta la sensación de que nada se puede hacer. ¿Mejor ignorar el problema?Los expertos en el tema aseguran, unánimemente, que la última conferencia ONU sobre desarrollo sustentable Río+20, donde deberían haberse tomado medidas urgentes para mitigar las emisiones contaminantes a la atmósfera, fue un verdadero fiasco. El costo ecológico de más de dos siglos de industrialismo, que se ha vuelto más gravoso en las últimas décadas, empieza a convertirse en un dilema insoluble.La dinámica del sistema productivo ha generado un desequilibrio en el planeta que a la vista de la inacción de los poderes de la globalización no hace más que profundizarse.Las sucesivas reuniones convocada por las Naciones Unidas (ONU) no han dado resultados hasta acá. Un acuerdo internacional sobre el tema es más que improbable. Entre otras razones porque eso supondría afectar intereses económicos poderosos.Tampoco conmueven las exhortaciones del titular de la ONU, Ban Ki-moon, que no hace mucho lanzó este inquietante interrogante: "¿Qué vamos a hacer cuando las tempestades empujen el mar hacia el interior de los continentes?"Los políticos y los Estados, en realidad, están preocupados por hacer crecer el PBI, que es la agenda por otra parte de los ciudadanos, devenidos en ávidos consumidores.La preservación solidaria del planeta, en este contexto, no es un tema que desvele a aquellos que, desde la conducción de los Estados, saben que su poder depende de que la población pueda consumir.Desde hace tiempo se ha entendido que los problemas ambientales son globales. Incluso que son un efecto colateral indeseado de la actual civilización técno-económica.Al respecto, el economista Alieto Guadagni recordaba en un reciente artículo la incidencia del gran aumento de la población mundial y el descomunal aumento de la producción de bienes."Éramos apenas 2.300 millones cuando terminó la Segunda Guerra, en 1945, y hoy ya somos 7.000 millones", sostuvo. Y la producción de bienes durante el siglo XX fue "superior a toda la producción acumulada desde Adán y Eva hasta el año 1900".Con estos guarismos cuesta imaginar que la revolución industrial, y la sociedad que inventó, no hayan afectado el equilibrio del planeta. Hay un dato obvio, a esta altura irrefutable: la Tierra se está calentando, la población crece a un ritmo exponencial y los recursos naturales vitales se agotan.¿Acaso no se quiere reconocer esta realidad? Los humanos, según los psicólogos, tenemos una habilidad probada para rechazar la información que nos resulta incómoda o amenazante.Así, la negación puede considerarse una manera habitual de abordar los problemas y conflictos. Hay cegueras que protegen a las personas ante hechos y situaciones intolerables.La táctica de ignorar problemas que resultan inquietantes -que a la vez supone reconocer la necesidad de actuar para mitigarlos- podría estar funcionando en el caso de la amenaza ambiental.Por otro lado, el hecho de que se trata de un problema que no tiene una solución sencilla e inmediata, agravaría la cosa. Ya no se trataría tanto de reconocer el mal cuanto de mostrarse escéptico sobre las habilidades para resolverlo.No hay solución a un problema global -y el ambiental lo es- sin una institucionalidad global. ¿Quién cree que podrá venir una solución de este tipo, a la vista de los sucesivos fracasos de las cumbres y congresos mundiales?
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