La crisis en Italia se parece a otras
Aunque cada sociedad es distinta, lo que ocurre hoy en Italia responde a una ley universal: el rechazo visceral hacia la clase política, a la que se acusa de corrupta, sobreviene cuando la economía anda mal.La irrupción de Beppe Grillo en la política de la península es un símbolo del desencanto disparado por los bolsillos flacos. El ex cómico y popular bloguero fue el gran ganador de las elecciones legislativas realizadas días pasados.Grillo hace política con un discurso "antipolítico", señalando que viene a limpiar a su país de la corrupción. Afirma que "Italia está hecha pedazos" por culpa de los partidos políticos y pretende liderar un cambio de "sistema"."Abriremos el Parlamento como una lata de atún, nosotros somos la honestidad, y la honestidad debe volver a estar de moda. Conocí y estoy conociendo millones de personas honestas, que tienen pasión, competencia, transparencia, que le ponen buena voluntad", declaró recientemente.De un tiempo a esta parte en la península -como en otros países de Europa- ha quedado expuesta la corrupción, el desprestigio y la ineficiencia de la clase política tradicional, a la que se culpa de todos los males de la sociedad.¿Qué ha pasado con el electorado italiano que ahora rechaza a aquellos partidos que él mismo ha votado todo este tiempo? ¿Por qué ve recién ahora la corrupción de sus miembros? ¿Es que antes no la percibía o la veía y no le importaba?Es probable que, efectivamente, la elite italiana sea venal, que las estructuras partidarias del país respondan a una trama corrupta -cuyos casos hoy se están ventilando- pero la pregunta que cabe es: ¿por qué esto afloró ahora y no antes?Una respuesta sería que antes la abundancia económica hacía tolerable la corrupción, o directamente adormecía el sentido ético de la población, haciendo que a nadie le interesase si en la cima de la sociedad se robaba o se mentía.Hay razones para sospechar, en este sentido, que la indignación ética fue una consecuencia de la crisis económica en la que está sumida gran parte de Europa, e Italia en particular.Por tanto el tsunami operado en la superestructura política -con cambios de elenco y crisis de gobernabilidad- es primero una crisis en la estructura económica. El ataque de honradez, por lo visto, a veces necesita de golpes en el bolsillo.Incluso cabría preguntarse qué tan sinceros son esos reclamos por moralizar el Estado, por parte de la sociedad que dice estar indignada y por los grupos políticos que enarbolan la bandera de la ética.¿Cuántos de los que, en una situación de apuro económico, se rasgan las vestiduras por la conducta reprobable de sus dirigentes, no harían lo mismo que critican si pudiesen, si estuviesen en una posición encumbrada?Cuando la cultura de la corrupción se generaliza, ésta deja de ser considerada un mal y deviene un valor. El corrupto entonces es un "vivo", un señor al que se envidia y se procura imitar."El poder desgasta a quienes no lo tienen". La frase del político italiano Giulio Andreotti -rescatada por el periodista norteamericano Roger Cohen- refleja la opinión de que los individuos moralizantes que están obsesionados con la verdad y la mentira, en su corazón, en realidad, sienten envidia de los poderosos.¿En qué medida, entonces, las indignadas sociedades, al declararse inocentes y culpabilizar a los políticos, no quieren aceptar que éstos reflejan lo que ellas son en realidad?
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