OPINIÓN
La crueldad como metodología de gobierno

Por estos días nos azota una terrible ola polar que enfría “hasta los huesos” y sabemos que a la crudeza del frio sólo podemos hacerle frente con un plato de comida caliente, un abrigo, un techo donde dormir y, por si acaso, algo que calefaccione, aunque sea un ratito, el espacio helado que muchas familias habitan. La intemperie hoy pone en riesgo a aquellas personas que no eligen vivir en la calle y deben hacerle frente a la crueldad, no solamente de este clima espeso que no da tregua, sino también de quienes gobiernan con la crueldad como consigna.
El presidente Javier Milei declaró abiertamente que la crueldad en su modo de gobernar, como un imperativo que aplica para destruir y castigar, sobre todo, a la clase media.
La historia en el mundo devela que no es nuevo conducir los destinos de un país desde la crueldad. Las peores experiencias nos han dejado millones y millones de muertos, víctimas de gestiones que buscan castigar y eliminar un sector social en favor de sus intereses económicos. La crueldad como metodología de gobierno no desconoce su génesis en el odio extremo hacia un enemigo social. El Presidente tiene muchos enemigos: las y los jubilados, trabajadores de la educación y estatales, feministas, ambientalistas, sindicalistas, “zurdos”, “kukas”, homosexuales, personas con discapacidad y la lista sigue. La pregunta debe ser entonces ¿quién o quiénes no son sus enemigos? ¿Quiénes serían “la gente de bien” a la que se refiere cada vez que se brota en algún acto?
La mayoría de las y los argentinos somos amenazados ante sus discursos de odio que en ocasiones se materializan con su mejor alumna: Patricia Bullrich.
Somos víctimas del goce que le produce el sufrimiento de la clase trabajadora producto de sus medidas que afectan directamente la calidad de vida: el despido en el empleo formal que lleva a la precarización laboral, que roza la esclavitud y que viene acompañada del ajuste y la precariedad en nuestras vidas.
La crueldad de la que se jacta se traduce en las peores miserias a la hora de tomar definiciones, que van desde un correo electrónico un 24 de diciembre en vísperas navideñas anunciando despidos a las familias, a las publicaciones desde el Ejecutivo celebrando la cantidad de desempleo en el sector público, o el insulto y el desprecio como práctica común en sus vulgares y violentos discursos. Cada miércoles asistimos a la tragedia social de los palos a nuestros viejos jubilados. ¿Qué puede ser más cruel? Mucho es lo que pasa que hasta digerirlo se vuelve difícil, y seguramente eso no es casual.
Comprender que la plataforma de gobierno actual tiene como base la crueldad nos debe llevar a organizar algo que pueda contrarrestarlo porque el sufrimiento es mucho, la pérdida de dignidad viene en oleada, la desilusión y frustración nos llevan a tocar fondo junto con la desidia y la incertidumbre que hoy nos atraviesa. No podemos ser indiferentes a sus palabras: “Si soy cruel”, naturalizarlo nos lleva a la costumbre que amansa y estanca.
¿Cómo se contrarresta la crueldad? Con política, porque es prima hermana del reconocimiento, la solidaridad y lo colectivo. La política no es lo que quieren hacernos creer, por el contrario, abriga el frio, llena la panza, nos protege con techo seguro, nos cobija y enciende la llama. Eso es el peronismo, ahí donde la Patria es la comida caliente en invierno de los que menos tienen, la política que humaniza y nos hace crecer. La derecha tiene como consigna la crueldad, nuestra bandera es la dignidad del pueblo.