La culpa y el mundo de la empresa privada
De un tiempo a esta parte los referentes de los negocios hablan de que las empresas privadas deben perseguir fines sociales. ¿Y qué hay de la búsqueda de lucro, piedra de toque del sistema capitalista?Ya no es Carlos Marx el que hace el señalamiento del corazón frío e inhumano de los empresarios, de las fuerzas autodestructivas del capital. Ahora el alerta proviene de las entrañas del sistema."El sistema capitalista está sitiado. En los últimos años, el comercio fue considerado, cada vez en mayor medida, la causa de problemas sociales, ambientales y económicos. Y gran parte de la población cree que las empresas prosperan a expensas de la comunidad".Eso dijo en 2011 el más relevante gurú del management de la época y profesor de Harvard Business School, Michael Porter, quien lidera una corriente de opinión que propone que las empresas privadas deben dejar de priorizar la rentabilidad a corto plazo y focalizarse en la creación de "valores sociales".El nuevo discurso de los negocios parece estar desnudando, sobre todo en los países desarrollados, que el mundo empresario está siendo afectado por una suerte de complejo de culpa ante la crisis económica mundial.La culpa es un afecto doloroso que emana de la creencia o sensación de haber traspasado las normas éticas, especialmente si se ha perjudicado a alguien.La culpabilidad, por tanto, surge ante una falta que hemos cometido (o así lo creemos), y siguiendo a Sigmund Freud, su origen se vincula al Super Yo, que hace las veces de conciencia moral de las personas.La sociedad bien pensante del mundo de los negocios ha capturado el espíritu de rechazo que impera en la sociedad hacia la empresa privada, y en función de ello está proponiendo una reinvención mercantil.Términos como "sustentabilidad", "ética de los negocios", "responsabilidad social empresaria", son voceados por las agencias ideológicas del capitalismo culposo, deseoso hoy de convertir a la empresa privada no en una organización que produce utilidad sino "valor social".El debate entre la eficiencia económica y el progreso social es bastante añejo. El comunismo teórico postula que ambas cosas son incompatibles, y por eso aboga por la eliminación de la propiedad privada.¿Para qué pondría alguien una empresa? ¿Para ganar dinero o para hacer filantropía? Los empresarios, ¿están movidos por el lucro, aun a costa de explotar a los otros? ¿O producen porque tienen en vista un "beneficio social"?Las empresas, ¿son sólo máquinas para hacer dinero o instituciones creadas para mejorar la colectividad? Los adversarios del capitalismo le achacan que haya hecho del egoísmo, o la búsqueda del interés propio, una virtud social.Ha sido justamente Adam Smith, el padre del liberalismo económico, quien ha sostenido que no hay nada malo en que la gente actúe por propio interés. No sólo eso: al promover sus intereses individuales benefician también a la sociedad."No es de la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero que esperamos nuestra comida, sino de su atención a sus intereses. Apelamos, no a su humanidad, sino a su amor propio, y en lugar de hablarles de nuestras necesidades, hablamos de su provecho", escribió Smith en 'La riqueza de las naciones', de 1776.Michel Porter y todos los que proponen un nuevo paradigma para la empresa privada, en un clima de remordimiento, reactualizan la misma temática: cómo conciliar el valor económico propio de las firmas con la producción, al mismo tiempo, de valor social.
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