OPINIÓN
La danza de nombres y candidatos pone a la política en ascuas
Fernández-Fernández, la fórmula elegida por Cristina para volver al poder. ¿Será definitiva? ¿Hay margen para seguir negociando con otros sectores del PJ? ¿Habrá transferencia de votos? Alternativa Federal, ¿cómo va a digerir el impacto? ¿Hay chances que el peronismo llegue unido a la general o definan todo en una PASO? ¿Y Macri? ¿Podría bajarse y dejarle el lugar a Vidal?
Jorge Barroetaveña La política argentina no para de dar sorpresas. A escasas tres semanas del cierre de las listas, todo está por verse. Fue Cristina la primera que pateó el tablero y movió sus fichas. La candidatura de Alberto Fernández a presidente no estaba en los planes de nadie, quizás ni en los de ella. Fernández, un todo terreno que dialoga con todos pero tiene un recorrido zigzagueante en la política, asumió el desafío de armar el rompecabezas opositor, aunque con limitaciones, haciendo equilibrio entre lo que le pidió Cristina y lo que le demandan sus detractores. Con Sergio Massa, el apuntado, sobre el que viene haciendo desde tiempo un trabajo fino, la intención es llevarlo a la estratégica Buenos Aires. ¿Cómo candidato a gobernador quizás? Es una de las ideas. Asegurarse alguien competitivo para enfrentar a Vidal y que sea capaz de aglutinar a todo el peronismo bonaerense. Los caciques del Conurbano los pone Cristina y el interior profundo, históricamente reacio al peronismo, lo aportaría él. Sería, de concretarse un combo peligroso para Vidal que ha sabido cultivar buena relación con el tigrense, a contramano de las peleas públicas con el Presidente. Pero hacer semejante jugada puede implicarle costos a Massa. En política nada es gratis y si se va de Alternativa Federal, acabará por condicionar a buena parte de la oposición. Juan Schiaretti, subido a la montaña de votos que sacó hace un par de domingos, tiene margen para hacer lo que quiera, hasta darse el lujo de sacarse una foto sonriente con Macri. El cordobés sabe que la elección nacional es otra cosa y no quiere correr riesgos. Por eso se dio el lujo de darle el ultimátum a Lavagna y marcarle la cancha. En rigor, todos estaban cansados de los desplantes del ex ministro de Néstor y sus aires de divo. Lo valoran, pero todo tiene un límite. ¿Cuál? Sabotear con su actitud la estrategia de la oposición que, resuelto lo de Fernández Fernández, tiene que tomar decisiones. En esta franela que no perdona a nadie, también cayeron los radicales que todavía no se sabe bien dónde están. Si bien descuentan que seguirán en Cambiemos, la Convención marcará las bandas con las que le harán los planteos al Presidente. El coqueteo de muchos de ellos con Lavagna, está en el aire porque no saben qué hará el economista. Y tampoco pueden darse el lujo de esperarlo toda la vida. Un caso raro es el de Margarita Stolbizer y los socialistas de Santa Fe. Cercanos a Massa, les gusta Lavagna. Si Massa se va con Cristina, debería resultarles indigerible compartir escenario con quienes han denunciado hasta el hartazgo. Lavagna podría ser un atajo, pero caemos en lo mismo: su indefinición. En el oficialismo deshojan la margarita y siguen hora por hora los focus group de Durán Barba y su equipo. ¿Puede Macri resolver bajarse si los números no le dan al filo del cierre de las listas y candidaturas? Eso sólo pasa por una decisión personal, la única manera además que Vidal podría aceptar reemplazarlo. Pero al dejar la provincia, otro riesgo se abre para Cambiemos. ¿Hay algún candidato en condiciones de empardar la performance de la gobernadora que ya lo hizo ganar a Bullrich en el 2017? Ninguno por ahora. También es cierto que, una mala elección de Macri podría hacer naufragar la elección de Vidal. En Provincia no hay segunda vuelta y se gana por un voto. Para Cambiemos sería una catástrofe. En el mar de especulaciones se coló la foto que Cristina nunca hubiera querido entregar: en tribunales y escuchando los reproches judiciales. Lejos de ella, Lázaro Báez y De Vido, dando fe de la grieta que atraviesa al kirchnerismo. La foto no le resta ni le suma votos, pero sí le aporta más tristeza a la coyuntura. Argentina es de los pocos países de Latinoamérica que no ha terminado con ex presidentes presos. Cristina lo estaría si no fuera por los fueros que le custodian Pichetto y compañía. El amplio mundo peronista da para todo, incluso para eso. Hasta para las amenazas que gentilmente Alberto Fernández le envió a los jueces cuando les avisó que revisarán muchas de sus sentencias. Si la calidad institucional hace tiempo que está renga, el debate público y las expresiones de nuestros políticos no le van en zaga. La recta final que desembocará en el 22 de junio va a deparar muchas sorpresas. ¿Es posible imaginar que, al término del camino, ni Macri ni Cristina estén en la línea de largada? Hoy no es una posibilidad remota ni mucho menos. Cristina ya se bajó un escalón y el Presidente podría dar el golpe haciendo algo parecido. Es que la realidad los terminará condicionando a ambos, mal que les pese. El estrecho desfiladero por el que transitan sus ambiciones, no los va a dejar en paz.
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