DE LA LEALTAD A GRAN HERMANO
La difícil tarea que le espera al próximo gobierno argentino

Y Alberto va. Solo, pero va. Aunque ya ni siquiera parece contar con el sentido común de su vocera, que se mete en un berenjenal con Gran Hermano. El Presidente estuvo ausente de los actos por el 17 de Octubre y pocos se dieron cuenta. La dinámica de su gobierno pasa por otro lado, hace rato.
Por Jorge Barroetaveña
Será un languidecer eterno. Más allá de las muestras de rebeldía con su 'madre electoral' luce tardía la reacción. Porque tampoco el poder hoy está sólo en manos de la Vicepresidenta. Sergio Massa, el superministro de economía hace de las suyas y quiere sentar sus reales. El tigrense sueña con acertar en los botones de la economía, conseguir cierta estabilidad y empezar a bajar la inflación. Si lo consigue podrá dar rienda suelta a una eventual candidatura para quedarse en La Rosada.
Una foto que divulgó Presidencia esta semana fue la muestra. Cuando dicen que una imagen vale más que mil palabras, es cierto. Lugar, el despacho presidencial. En la cabecera de la mesa, Alberto, al lado, Massa. El Ministro con varias carpetas adelante, el Presidente nada, apenas sus propias manos entrelazadas. Parecían roles intercambiados, como si uno no fuera lo que es y el otro fuera otra cosa. Por eso, una imagen vale más que mil palabras. Lo mismo para la insólita polémica con Gran Hermano. Inmiscuirse en ese tema, menor, muestra liviandad a la hora de tratar las cuestiones de estado y, peor aún, denota ausencia de realidad. No sólo eso, anunciaron que le enviaran carta documento al programa y al participante si no se retracta.
La movida fue hasta motivo de burla de los propios oficialistas. Como esas peleas de los hermanos Macana donde mete por la ventana gente desconocida que no tiene nada que ver. La gestión de Alberto da para todo lamentablemente. Por culpa suya sobre todo.
En el mientras tanto, y haciendo oídos sordos a las diferencias internas, Massa le mete. Aguantó el mazazo de la inflación de septiembre, y negocia sin prejuicios con la oposición el presupuesto del año que viene. Tampoco se olvida de atender el juego del kirchnerismo que, por ahora, lo protege de las críticas. Fue lo que pasó en los actos del 17 cuando, con precisión quirúrgica, La Cámpora y sus aliados sindicales y la misma CGT, lo dejaron al margen de las diatribas. Extraño, como todo lo que nutre al gobierno peronista, porque es el ministro de economía de un país que tiene 50% de indigenciay 3 dígitos de inflación. Pero en el ancho mundo peronista todo puede pasar.
Hay, en la fantasmal coalición oficialista, cierta sensación de alivio, aunque parezca mentira. Alivio porque la mayoría siente que ya no vale la pena ocultar las diferencias, y porque 'descansan' en la hiperactividad de Massa.
Al kirchnerismo no le gustan sus ideas y pragmatismo pero no tiene más remedio que aguantarlo. El Presidente no tiene fuerzas para oponerse. Y el resto sigue la huella que le marcan los primeros. Todos saben que, cuanto peor le vaya la economía, menos chances electorales habrá para todos, incluso en los bastiones peronistas como el Gran Buenos Aires.
Todos pasaron por la experiencia de los últimos comicios y no la quieren repetir. Unos se juegan más que otros. Unos luchan por seguir en el poder y no perder sus privilegios, otros por la supervivencia de los próximos años. Y zafar de los cuestionamientos judiciales que les esperan.
Bien, mientras tanto, en la “baticueva” de la oposición el río sigue revuelto. A medida que se acerca la definición de las candidaturas crece la tensión. Larreta blanqueó su relación sentimental y le avisó a Macri que está dispuesto a enfrentarlo. El ex presidente recorre el país presentado la segunda parte de su libro y hace gala de la influencia que tiene en el armado opositor. Aparenta difícil que Macri vaya por otro mandato, pero su figura le sirve a Manes para posicionarse y levantar su perfil. Casi no hay encuesta que no diga que la oposición está para ganar el año que viene, pero todos se acuerdan de lo que pasó en Brasil, Chile o Colombia, y tiemblan.
Hay algo común que los encuestadores recogen. Son dos palabritas fuertes que denotan el estado de ánimo social. Tristeza y pesimismo. La gente está triste por la situación que se vive y eso le genera pesimismo sobre el futuro. Propio y el de su familia. Gran hipoteca tendrá para levantar el próximo gobierno que es recrear el optimismo entre los argentinos y dotar a eso de una visión de país. Los cuestionamientos no reconocen ideologías o partidos, atraviesan por igual a toda la clase política. Y van más allá con sindicatos, empresarios y hasta medios de comunicación. El próximo gobierno tendrá que restaurar algo más que la economía y su impacto social: el alma de los argentinos para que vuelvan a creer que otro país es posible.