La droga, fenómeno de la contracultura
Aunque hoy es visualizada dentro de la salud mental, en términos de adicciones, y también del delito, por el narcotráfico, a veces se pierde de vista que la droga fue emblema de rebelión de una época.Entre los años cincuenta y sesenta, en Estados Unidos, la llamada "generación beat" protagonizó un movimiento de rechazo contra el american dream, el sueño de la prosperidad ilimitada a cambio de empleo, voluntad y fe en el progreso.Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs fueron los voceros intelectuales más conspicuos de esta movida, que estira su influencia por lo menos hasta el final de los 70."Sexo, droga y rock-and roll" resumía la fórmula con la cual muchos jóvenes decidieron no ingresar en los engranajes del sistema, o no convertirse en adultos adaptados a los valores burgueses.Al rechazo se lo llama "contracultura", entendida como una forma "anti", opuesta a la cultura oficial y conformista. Así múltiples expresiones (música, teatro, arte, activismo cívico, artesanías), impusieron un estilo de vida alternativo, al tiempo que sacudieron las creencias filosóficas y el pensamiento político.El espíritu anarquista de la contracultura encontró en la droga algo más que lo prohibido. La experiencia con estimulantes buscó alterar deliberadamente la conciencia ordinaria, para acceder al "portal de la interzona", como dice Burroughs.Las drogas indujeron una nueva sensibilidad, introdujeron al consumidor en aquellas regiones de la mente "donde la vida busca transformarse en otra cosa", al cruce donde se mezclan la realidad y los sueños, el lugar donde "es posible evadirse del plan", refiere el autor de "Almuerzo al desnudo" (1959).Ginsberg, en tanto, sostuvo que si se trata de expandir la conciencia humana las drogas son una herramienta educacional muy útil, y de hecho promueve el uso del LSD.Representantes de muy diversas tendencia e ideologías de la época experimentaron con ácido lisérgico, también llamada LSD, que como dice su creador, Albert Hofmann, "tiene a Dios adentro".Químico suizo, Hofmann descubrió en 1943 propiedades psicotrópicas en esa sustancia extraída del centeno y sospechó que pudiera servir terapéuticamente. El LSD se expandió entre intelectuales y artistas porque su uso prometía, según ellos, nuevos estados de clarividencia.Hacia la mitad de la década de los '60, una nueva camada de jóvenes hizo su aparición. A pesar de la riqueza material que les ofrecía su sociedad, tenían deseos incontrolables de vivir sus propias utopías.Se dejan la barba y el pelo largo, usan vinchas de colores, túnicas y ropas sueltas, se adornan con flores, se dicen pacifistas, proclaman el amor libre y muchos de ellos se van a vivir a San Francisco, la meca de estos jóvenes multicolores a los que se llama hippie (para diferenciarlos de la generación beat).Se oponen a todo lo que es regulado por otra autoridad que no sea el momento presente, practican el nudismo, las relaciones multilaterales, el sexo colectivo.También experimentan con drogas que los relajan, y según ellos, les "abre la mente". Juan Carlos Kreimer, un periodista argentino difusor de la cultura contracultural, refiere que el ácido lisérgico, la marihuana, el hashísh, son consumidos por los hippies, porque básicamente les despega la imaginación del mundo real y les induce "visiones místicas".Las drogas son vistas además como "un instrumento de liberación del individuo frente a la voracidad del sistema", y por tanto como un ariete contracultural.
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