La economía como fenómeno cultural
Por lo general la discusión económica gira en torno a modelos abstractos (libre mercadismo versus estatismo). Sin embargo, se suele pasar por alto que las sociedades tienen las economías que se les parecen.En los '90, en Argentina el discurso dominante sostenía que aplicando determinadas políticas, como privatizaciones y apertura a los mercados, el país podía entrar al primer mundo.La fantasía subyacente era que bastaba con copiar lo que habían hecho las sociedades desarrolladas, para ser como ellas.Pero la optimista ideología de la receta ignoraba la dialéctica de la realidad cultural. Los argentinos, efectivamente, podíamos querer consumir como los alemanes. ¿Pero podíamos trabajar como ellos?La impostación viene del pasado: las veleidades capitalistas de las elites liberales en América Latina en el siglo XIX, con sus revoluciones republicanas, chocaron siempre con el feudalismo colonial español.¿Cómo "modernizar" a sociedades que eran reflejo de una metrópoli que en Europa todavía estaba en la Edad Media? Para remediar el desajuste los inspiradores de la Constitución liberal argentina del '53, por caso, propusieran trasplantar aquí población europea.En ellos existía la percepción antropológica de que el tránsito hacia la modernidad en esta parte del globo debía hacerse con recursos humanos progresistas de Europa, preferentemente anglosajones, que estaban liderando la revolución industrial por entonces.El escritor mexicano Octavio Paz percibió que, tras el proceso independentista, en la América hispana se instaló una situación de inautenticidad, producto de que lo criollo fue siempre refractario a la modernidad.Las constituciones liberales y republicanas, pro capitalistas, promovidas por las dirigencias de los países que rompieron con la medieval España, no tenían correlato sociológico ni histórico, y sólo se justificaban en otras geografías humanas."En Europa y Estados Unidos esas leyes correspondían a una realidad histórica: eran expresión del ascenso de la burguesía, la consecuencia de la Revolución Industrial y de la destrucción del antiguo régimen (feudal)", escribe Octavio Paz.Y agrega: "En Hispanoamérica sólo servían para vestir a la moderna las supervivencias del sistema colonial. La ideología liberal y democrática, lejos de expresar nuestra situación histórica concreta, la ocultaba".El escritor mexicano sostiene que de aquí deriva, por ejemplo, que el constitucionalismo en gran parte de América Latina sea una parodia: se lo viola sistemáticamente mientras se lo proclama. "La mentira política se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente", sostiene el autor de "El laberinto de la soledad".Cabría postular que así como el republicanismo fue una idea importada, sin anclaje histórico cultural en la región, el capitalismo como organización social, propia de la burguesía europea, no terminó de cuajar en países semifeudales, donde la riqueza dependió siempre de la sobreexplotación de los recursos naturales.De aquí deriva que los industrialismos promovidos en la región hayan sido en muchos casos experiencias fallidas. En lugar de surgir del dinamismo empresarial de la sociedad civil, como en países de alto desarrollo capitalista, han sido invento de burocracias estatales.La economía, en suma, es menos resultado de la aplicación de modelos abstractos que un fenómeno cultural, vinculado a rasgos hereditarios y adquiridos que definen el carácter de un colectivo social.
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