La economía y el estado de ánimo
Dado que las personas son propensas a emociones (entusiasmo, miedo, enojo y demás), y actúan en función de ello, la relación entre la economía y la psicología es muy estrecha.La historia nos muestra, por ejemplo, que cuando cunde el desánimo las crisis se agravan y pueden terminar en implosiones. Entonces los agentes económicos hacen oídos sordos a la prédica de buena onda de los funcionarios.Como la que hizo no hace mucho el entonces presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, teorizando sobre el punto. "Tienen que seguir consumiendo, la economía no es sólo dinero, es también un estado de ánimo", lanzó a sus compatriotas.Se infiere que una exhortación parecida lanzó a los operadores económicos en 1988 entre nosotros Juan Carlos Pugliese, ministro de Economía del gobierno de Raúl Alfonsín, cuando en plena crisis inflacionaria se quejó: "Les hablé con el corazón, y me contestaron con el bolsillo".En tanto se puede postular que el optimismo -estado de ánimo inverso al pesimismo- genera fuertes procesos de crecimiento. Ahora bien, las cuestiones emocionales se acompañan de ciertos pensamientos y creencias.Las emociones no se dan aisladas del sistema cognitivo, que es la otra parte del psiquismo humano. Y de hecho, cabe especular que los pensamientos son causa de las emociones.Esto lo saben más que nadie los psicólogos que practican la terapia cognitiva, quienes abordan los conflictos emocionales de su paciente trabajando en el plano de las percepciones.Un estado de depresión, por ejemplo, puede ser causado por una distorsión cognitiva de la persona, que tiende a pensar de manera negativa sobre sí misma y el mundo.Así, puede pensar de manera automática determinadas ideas acordes a su estado de ánimo: "mi vida es un fracaso", "todo me sale mal", "las personas están contra mí", y cogniciones de este tipo.En sentido analógico, los factores económicos generales se relacionan con la percepción del país, la valoración de la política del gobierno y las señales concretas que proporciona todo el sistema económico.Esas valoraciones provocan actitudes pesimistas u optimistas y generan expectativas que influyen en las decisiones de gastar, ahorrar o invertir. Así, cuando los ciudadanos de un país perciben que el futuro es promisorio, incrementan sus inversiones y gastos, y están más dispuestos a correr riesgos.Por el contrario, si ven el futuro con temor, si perciben que el proceso económico del país no es viable, y ofrece señales de incertidumbre, en el sentido de que puede ocurrir cualquier cosa, eso los lleva a restringir sus gastos y a tratar de proteger sus posesiones."Se agudiza el pánico en los mercados por temor a otra recesión", tituló por estas horas un diario europeo, para explicar el componente emocional que hay detrás de la onda vendedora que provocó el desplome de los principales mercados bursátiles.Por lo demás, los economistas dicen que la confianza es la base de cualquier economía sana. Ese término, según el diccionario, significa "esperanza firme que se tiene de alguien o algo", y está asociado a "ánimo, aliento, vigor para obrar".De hecho el dinero, clave de cualquier economía, es ante todo una señal de confianza. El papel moneda es un elemento que representa un valor que intrínsecamente no tiene (como sí ocurre con el oro, por caso).Su valor depende de la confianza (fiducia) en el gobierno que ha estipulado que unas monedas y billetes valen ciertas cantidades.
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