UN EMBLEMA DE LA CIUDAD
La Enova celebró sus 115 años de historia con una fiesta que involucró a toda la comunidad educativa
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La Escuela Normal “Olegario Víctor Andrade” (Enova) celebró más de un siglo de vida institucional con una emotiva ceremonia que reunió a estudiantes, docentes, exalumnos, familias, autoridades locales y provinciales, en una jornada que puso en valor la historia y legado.
La ceremonia comenzó con la lectura de glosas alusivas al poeta Olegario Víctor Andrade, patrono de la Escuela, evocando los valores de educación, libertad y compromiso social que inspiraron su creación. Posteriormente, ingresaron las banderas de ceremonia de los niveles inicial, primario, secundario y superior, y se entonaron el Himno Nacional Argentino, la Marcha de Entre Ríos y el Himno a ENOVA, interpretado por el coro institucional.
Durante el acto se descubrió una placa conmemorativa del 115° aniversario, con la bendición del obispo de la Diócesis de Gualeguaychú, Monseñor Héctor Luis Zordán, y se remarcó la trascendencia de la institución en la formación docente y en la construcción de ciudadanía a lo largo de más de un siglo.
En la reseña histórica, se recordó que la Enova fue creada en 1910 como Escuela Normal Mixta de Gualeguaychú, y que en 1924, por decreto del presidente Marcelo T. de Alvear, adoptó el nombre actual en homenaje al poeta entrerriano. Desde entonces, miles de alumnos pasaron por sus aulas, dejando una huella imborrable en la educación local y regional.
También se destacó el “ser de Enova”, concepto creado por el profesor Máximo Carlos Pedrazzoli (rector entre 1975 y 1987), inspirado en una estrofa del himno institucional y que sintetiza la identidad formativa de la escuela, orientada al saber, el saber ser y el saber hacer. Este proyecto pedagógico se reflejó en una lectura trilingüe —en castellano, inglés y francés— a cargo de estudiantes de distintos niveles.
El programa artístico incluyó interpretaciones musicales de Alejandro Delfino acompañado por los profesores Carlos De Santis y Gustavo Nísero, la participación del Coro Escolar N°2 de Gualeguaychú, del Coro Juvenil y Coro de Adultos de Enova, y de la Compañía de Danzas Folklóricas Cadencia, bajo la dirección de Cielo Pereyra y Gustavo Peretti, junto al Ballet Folclórico Ecos Entrerrianos, dirigido por Daniel Ibarra y Daniel Aragón.
Como cierre simbólico, las autoridades realizaron el tradicional corte de torta elaborada por estudiantes y docentes de la EET N°1 “Alférez de Navío José María Sobral”, y se entregaron reconocimientos a exdocentes y colaboradores que formaron parte de la historia de la Institución.
Finalmente, el rector Martín De la Torre y la directora departamental Natalia Báez dirigieron unas palabras alusivas, destacando el compromiso sostenido de toda la comunidad educativa en la formación de generaciones de gualeguaychuenses.
Del acto, además participaron el intendente Mauricio Davico junto al senador provincial Jaime Benedetti; el intendente de Larroque, Francisco Benedetti; la directora Departamental de Escuelas, Natalia Báez; y funcionarios del poder ejecutivo y legislativo de la ciudad. También estuvieron presentes representantes de fuerzas de seguridad y entidades intermedias.
Un poco de historia
Cuando en 1910 la Escuela Normal “Olegario Víctor Andrade” abrió sus puertas, Gualeguaychú concretaba un sueño largamente esperado: contar con una institución formadora de maestros. Aquella inauguración no fue solo un hecho educativo, sino un hito en la historia social y cultural de la ciudad. La Enova nació en el corazón del movimiento normalista argentino, un proceso que desde mediados del siglo XIX había puesto al Estado como protagonista en la creación de instituciones destinadas a modelar no solo docentes, sino también ciudadanos.
El normalismo concebía al maestro como un guía moral, un ejemplo de conducta y sacrificio más que un erudito. Ese ideal se plasmó desde el primer día: el 7 de marzo de 1910 comenzaron las clases con 29 alumnos en el curso de magisterio y 272 en el departamento de Aplicación (primaria). La primera alumna inscripta fue María Francisca Frávega. En una época en que la educación secundaria era privilegio de pocos, la escuela normal ofrecía una oportunidad única, sobre todo para mujeres y jóvenes de sectores medios y populares que aspiraban a una profesión digna y reconocida.
El edificio, proyectado por los ingenieros Buschiazzo e hijos y construido por Volpe y Gagger, fue testigo de los primeros pasos de generaciones enteras. Desde su fundación, la Enova se convirtió en un espacio de formación y de vida comunitaria: en 1911 nació la Sociedad Sarmiento, promotora de actividades literarias y de la biblioteca escolar; en 1915 se organizó la Asociación de exalumnas Maestras, y poco después la Asociación de Cultura Física, que impulsó la creación de un predio deportivo propio, inaugurado en 1929. Cada iniciativa respondía a una misma convicción: que educar era también construir ciudadanía.
La figura del maestro normalista estuvo durante décadas rodeada de un halo casi sacerdotal. Los contratos de trabajo imponían un código moral estricto: no casarse, no fumar, no maquillarse, no salir de noche ni viajar acompañadas de hombres. Aquellas normas, hoy inverosímiles, reflejaban la dimensión simbólica de la docencia: la maestra era modelo de “virtud y disciplina”, espejo donde debía mirarse la sociedad. Ese mismo espíritu impregnaba la formación de los alumnos, a quienes se exigía pulcritud, puntualidad y buenas costumbres, como parte inseparable del aprendizaje.
A lo largo de 115 años, la Escuela Normal “Olegario Víctor Andrade” atravesó transformaciones profundas, pero mantuvo intacto su compromiso con la educación pública y con el ideal de formar docentes comprometidos, críticos y humanos. En cada aula, en cada patio, en cada nombre grabado en los libros de actas, late la historia de Gualeguaychú y de miles de maestros que, con su vocación, siguen honrando aquella piedra fundamental colocada en 1908.
