La escuela refleja la violencia de la sociedad
Cada tanto aparece información sobre alguna gresca en un colegio. Aunque se sabe que son más los episodios de violencia intramuros que nunca trascienden al público, desmintiendo así que el ambiente escolar sea algo acogedor.Una noticia recogida al azar, por caso, da cuenta que una pelea entre dos alumnos de en un colegio secundario de Ensenada derivó en una violenta batalla campal en la que participaron familiares de uno de los chicos.Durante el enfrentamiento también resultaron heridos el director y un profesor que intentaron mediar y otros dos estudiantes. Peleas de este tipo son recurrentes y de hecho no es casual que desde hace algún tiempo la "violencia escolar" sea un tópico de estudio entre los investigadores.Agresiones entre los estudiantes y entre éstos y sus docentes u otros miembros de la comunidad escolar, configuran una tendencia en crecimiento, incluso en ciudades como Gualeguaychú, aparentemente menos conflictivas, en cuyos colegios también ocurren este tipo de cosas.Lo preocupante, desde el punto de vista estructural, es que la institución escuela, en tanto ámbito para la formación y la transmisión de saberes, se esté convirtiendo en escenario de conductas antisociales.Para los expertos, la escuela no sale indemne de la crisis de autoridad, de la relajación de los códigos de convivencia, que atraviesan a toda la sociedad. Es apenas, diagnostican, una "caja de resonancia".En este sentido, la educación sería el reflejo de prácticas violentas que tienen lugar en todos lados: la casa, el trabajo, el tránsito, el barrio, el tren, las rutas, las canchas de fútbol y por qué no -también- la política.Una reciente investigación de Unicef y Flacso, realizada en Argentina con alumnos de los tres últimos años del secundario, muestra que el 71% de los estudiantes presenció peleas entre sus pares, el 66% fue testigo de humillaciones entre ellos, el 25% vio compañeros con armas blancas en la escuela y el 6% con armas de fuego.Respecto de los docentes, el 15% de los alumnos afirma que fue objeto de gritos amenazadores, el 7% dice haber sido humillado públicamente y un 0,9% fue agredido físicamente, mientras que 1,5% indica que agredieron físicamente a un docente.Todo indica que la escuela dejó de ser el lugar acogedor que fue alguna vez. En ella estalla lo peor de una sociabilidad en crisis. Donde el valor del respeto se ha evaporado.El entorno complicado en que viven los chicos conspira contra la misión educadora de la escuela, en una contradicción que es una marca distintiva del naufragio pedagógico.Los expertos suelen llamar la atención sobre el hecho de que hay chicos que aprenden la agresión, física y/o verbal, en sus propias casas. Muchos de ellos nacieron en entornos familiares donde no han podido vivenciar una cultura del trabajo y del respeto a la autoridad.En tanto, al sistema educativo confluyen jóvenes sin motivación que ven en su futuro nada más que un páramo. A esto se suma el rol equívoco de muchos padres, que en lugar de ser acompañantes de la tarea educativa, son meros cuestionadotes de la institución.Se espera que la escuela sea un espacio en donde se generen y transmitan valores. Pero quizá la expectativa que hay sobre ella sea exagerada. Y esto porque la institución escolar no deja de estar atravesada por la lógica axiológica de la sociedad.Cuesta imaginarse una regeneración del país por la vía educativa si la escuela, en vez de estar acometiendo la tarea formativa para la cual fue creada, apenas deviene en un amplificador y reproductor de la decadencia del ambiente.
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