La expectativa en la nueva generación
Suele ser un cliché apelar al recambio generacional como una manera de renovar el poder político y las instituciones sociales. Aunque nada garantiza per se que los que vienen de atrás harán mejor las cosas."La juventud va a tener que hacerse cargo del país", se dice y la afirmación entraña una verdad biológica: el cambio generacional, nos guste o no, es inexorable.Efectivamente, a menos que se quiera detener el dinamismo de la vida, fijarlo en un momento de su evolución, el proceso de relevo asociado a la edad es algo inevitable.La pregunta es, ¿eso es bueno o malo? Aquí las interpretaciones se bifurcan. Es conocida la tesis según la cual, dado el presente estado de decadencia, es preferible que los jóvenes asuman pronto sus responsabilidades.Decir, por ejemplo, "Argentina necesita nuevas generaciones de dirigentes con talento, con compromiso y vocación de servicio, pero sobre todo con honestidad", sugiere que los que hasta acá se han hecho cargo dejan mucho que desear, han fracasado en su trabajo, y encima se resisten a abandonar los espacios sociales de poder.De hecho existe la presunción de que los que ahora tienen más de 60 años, y que controlan los resortes tanto del aparato estatal como de otros espacios organizacionales, actúan de "tapón" para el recambio generacional, convirtiéndose así en fuerza de retraso.En varios países del mundo prende este tipo de discurso pro-juventud. Y esto tendría conexión con el desprestigio que acumulan las clases dirigentes a causa de la crisis económica global."Barrer con lo viejo y reemplazarlo con lo nuevo", esa parece ser la consigna que se agita en algunos sectores de la sociedad mundial (incluida la argentina).En España, por ejemplo, han nacido dos fuerzas políticas, "Podemos" y "Ciudadanos", que dicen representar a la generación joven. El líder de "Ciudadanos", de hecho, llegó a excluir a los mayores de 35 años para ejecutar las reformas necesarias para "regenerar" a ese país.El diario 'El País', de Madrid, al criticar esta afirmación, por considerarla discriminatoria de otras edades por razones puramente físicas, alega que "la juventud no es un valor en sí mismo".No lo es, aclara, en la misma medida que la madurez o la vejez no son un defecto. "Cada etapa en la vida tiene sus ventajas y sus inconvenientes", sostiene el diario, tras señalar que una buena gestión, sea en el Estado o en cualquier organización social, requiere tanto del impulso de los jóvenes como de la experiencia de las personas con más edad.El dilema generacional que se plantea en el mundo de la política, es similar al que se observa en el mundo empresarial, con respecto a los recursos humanos.En las empresas se dice que mientras la 'generación X' está caracterizada por la cultura del trabajo y el compromiso con la organización, la 'generación Y' (los más jóvenes) carece de esas cualidades.Sin embargo, estos últimos tienen cosas que los de mayor edad no poseen. Son más permeables al uso de las tecnologías y a los cambios, algo esencial en organizaciones que son más dinámicas que antes.A decir verdad, el conflicto de las generaciones ha existido siempre y hay quienes ven en ello el origen del cambio histórico. Para que el cambio generacional sea natural y menos traumático, y no se planteen exclusiones odiosas por la edad, quizá lo ideal sería hacer que emerja lo nuevo pero sin despreciar a la experiencia.
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