La fama y el poderoso deseo de aprobación
Vivir intensamente, al límite, hasta que la muerte los sorprende, a veces muy jóvenes. Éste suele ser el derrotero de mucha gente del espectáculo. ¿Qué buscan en el fondo estas personas?Las crónicas que dan cuenta del fallecimiento de Ricardo Fort suelen coincidir en que se trató de alguien dominado por el deseo de ser famoso, y que esa ambición le costó la vida.Dicen que hizo cualquier cosa por atraer la atención sobre sí, como modificar su cuerpo artificialmente, a través de múltiples cirugías, que al cabo minaron su sistema de defensa.Sería la historia trágica del chico rico desamorado que emplea su fortuna para ser otra persona. Detrás del excéntrico personaje en que se transformó se escondería, en realidad, alguien desdichado que mendiga el amor que le retacearon en la infancia.A propósito el propio Fort en vida reconoció la inseguridad patológica que produjo en él un padre distante y autoritario. Pero son todas hipótesis sobre la vida de otra persona, que siempre se revela inasible a la mirada extraña.El deseo antropológico de comprender al otro "desde dentro" o, como suele decirse, en sus propios términos, siempre fracasa. No obstante lo cual, más allá de las subjetividades, hay historias como éstas que mueven a la reflexión.Los seres humanos estamos marcados por el deseo de ser amados. El reconocimiento y la aceptación por parte de los demás es una necesidad primaria. Es algo en el fondo que "mueve" a las personas.Cabría postular que la búsqueda desenfrenada de poder, fama y dinero, que domina a no pocas existencias, no serían en principios fines en sí mismos, sino la manifestación interna del deseo de aprobación.¿Quería Fort, al abrazar el espectáculo y el show, compensar una carencia de amor paternal? El exhibicionismo de su vida, ¿era la contracara de una infortunada infancia? ¿Cuando chico se percibió despreciado y eso lo llevó a transformarse en un Adonis para que sobre él se posaran todas las miradas?Se sabe que la belleza corporal es una credencial delante de los otros, a quienes se desea agradar. La estética física es una cualidad que atrae a las demás personas.Las modernas cirugías prometen la perfección de la imagen para conseguir la anhelada aceptación social. El problema es que muchas personas se han convertido en consumidores compulsivos de estos métodos."Los culpables somos los médicos" se sinceró el doctor Guillermo Andrada a propósito de Fort, cuyo final trágico estaría vinculado al abuso de estas técnicas. Según su opinión, a los consultorios de los cirujanos arriban pacientes mentalmente debilitados por la idea de perfección corporal."El deber del médico -advierte- debería ser modificar esa compulsión estética poniendo en claro que ese camino puede llevar a terminar su vida en un quirófano o por los efectos de medicamentos o sustancias utilizadas para lograr ese fin".Como sea, más allá de los riesgos médicos asociados al afán de modificar el cuerpo, detrás de todo está el humano instinto de ser reconocidos, de ser aprobados socialmente.Desde aquí se entiende la desdicha que sufren quienes no se sienten reconocidos por su entorno. Como lo ha visto John Locke (1632-1704), al advertir sobre la desgracia en que caían aquellos que perdían reputación."Nadie que tenga el menor entendimiento o sentido humano puede vivir en la sociedad con la continua aversión y mala opinión de los familiares y las personas con las que trata. El peso es demasiado grande para poder sufrirlo", escribió.
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