La gente salió a las calles a exorcizar el miedo y pedir justicia
Pasó la marcha y la Argentina no se cayó a pedazos, ni renunció la Presidenta ni tembló el Poder Judicial. La sociedad, o una parte de ella, hizo catarsis pública de sus miedos y dejó en claro que apuesta al sistema, que lo quiere hacer mejor y, sobre todo, que no quiere más impunidad. La marcha del miércoles fue distinta a todas las anteriores. Jorge Barroetaveña El conflicto del campo o los cacerolazos de los últimos años tuvieron una matriz similar, pero diferente a lo que pasó el miércoles. La sensación de impunidad con la muerte sospechosa del Fiscal Alberto Nisman se desbordó. Es por esto y por todos los casos anteriores y esa extraña impresión que en la Argentina, con plata, un buen abogado e influencias nadie va preso. La noche que Nisman apareció muerto en su departamento de Puerto Madero, confluyeron todos los cuestionamientos. Un Fiscal de la Nación, que acababa de denunciar a la Presidenta y a altos funcionarios, y estaba apunto de explicar su accionar ante el Congreso. Más allá de las especulaciones, lo único cierto es que Nisman está muerto y no puede ni fundamentar su denunciar ni contestar todos los ataques y descalificaciones que recibió y sigue recibiendo. Es que a Nisman lo matan todos los días. Al cabo termina siendo una vìctima más, de la grieta que con puntillosidad alimentó el kichnerismo durante estos años. Es otro capítulo de la extensa saga que arrancó en el 2.003 cuando Kirchner trazó una línea con la misma justicia. Aquella estrategia rendidora de la última década, se diluye hoy ante el vencimiento del mandato constitucional y la fatiga evidente de un importante sector de la sociedad.El gobierno actúa como si apostara a perder las elecciones y no aprende de su propia historia. En el 2009, después de utilizar la estrategia en el conflicto de la 125, pagó las consecuencias y perdió en casi todo el país. En el 2.011, con un discurso más abierto y contemplativo, la actual Presidenta consiguió su reelección y dio una paliza en las urnas. ¿Será que el escenario actual, similar al del 2009, se produce porque no hay reelección y Cristina no consigue un sucesor confiable y con posibilidades de victoria?No hay otra explicación a la persistencia en el error. El kirchnerismo hoy se parece cada vez más al menemismo del 2.003, insólitamente a quién Néstor Kirchner pudo derrotar deespués que Menem se bajara de la segunda vuelta. Si el piso es el 25%, el techo es cada vez más bajo y Scioli o Randazo o el candidato que Cristina elija pagarán las consecuencias.La marcha del miércoles, que repicó en todo el país, desde ciudades grandes hasta pueblos chicos, no tuvo motivaciones económicas, no fue destituyente ni pidió la cabeza de nadie. La justicia es un valor impalpable pero presente en cualquier democracia. Su ausencia conduce al descreimiento generalizado e instala el sistema en un lugar peligroso. La sociedad intuye que la muerte de Nisman nos lleva a ese callejón sin salida y quiso patalear para demostrar su descontento. Ese descontento, abarca a todos los poderes del estado, nadie queda exento, ni siquiera los mismos fiscales que fueron los convocantes y encabezaron la movilización.Es tan contradictorio que fiscales marchen pidiendo justicia como que otros se opongan y critiquen a una sociedad que se moviliza para apoyarlos. Son las rarezas de un momento particular de la vida de los argentinos, mezclado con un año electoral que da para todo. El argumento del golpe de estado, se ha vuelto infantil. No sólo por el fiasco que son los presuntos golpistas, que la quieren derrocar a Cristina desde hace años y han fracasado puntualmente en todos los intentos, sino que buscar hacerlo ahora, en pleno proceso electoral y con recambio a la vista, sería igual de estúpido.Lo que le molesta al oficialismo es la pelea de la calle y que aquellos que lo critican se animen a ganarla. Pero hasta este concepto está perimido porque la situación actual no es similar a la del 2003, cuando el kirchnerismo tenía que construir un poder propio.¿Quién se puede oponer a un pedido de justicia? ¿A que se esclarezca la muerte oscura de un fiscal y la voladura de una mutual en 1.994? La respuesta, elemental. Ofuscado por su propia debilidad, el gobierno sigue emperrado en desandar el camino contrario y minar las posibilidades de sus candidatos. ¿O será que ya no les importa ganar la elección y conservar el poder?Las comparaciones son odiosas pero sirven de referencia. Cuando el menemismo dejó el poder, Carlos Menem desfiló mucho por tribunales. Pero su relación con la justicia no terminó a los tiros. Y el menemismo colonizó ese poder y lo sometió, igual que ha hecho el kirchnerismo en todos estos años. Sin embargo, se intuye una diferencia: el encono que buena parte de la justicia le tiene hoy al kirchnerismo no es ni remotamente comparable al final del menemato.En el medio se levanta el escándalo que rodea al Vicepresidente de la Nación Amado Boudou. Sólo la historia contará en qué pensó Cristina Fernández de Kirchner cuando lo eligió para su fórmula y si alguien le advirtió a quién estaba bendiciendo. Dos fiscales y cuatro jueces han visto lo mismo, y sostienen que hay múltiples pruebas: Boudou cobró una coima, se quedó con la Empresa Ciccone y después se dedicó a conseguirle negocios con el estado, aprovechando su condición. Hoy, su orfandad política es un collar de sandías para el gobierno, que no supo o no quiso ver, hasta dónde llegaría el escándalo y por extensión la investigación judicial. El juicio oral y público al Vicepresidente no se hará este año. Se concretará cuando su fantasma haya dejado su silla en el Congreso de la Nación y nadie reclame su renuncia. El mismo destino pinta para muchos otros funcionarios, y quizás hasta para la propia familia presidencial.El recambio institucional, para cualquier democracia, es un trámite simple y sencillo, resuelto por el voto de la gente. Pero en ocasiones, para los protagonistas es sinónimo de vida o muerte, de cárcel o libertad. La Argentina se asoma a una transición pesada, de consecuencias imprevisibles para varios. Una pena. Ojalá forme parte del aprendizaje que nos lleve a tener instituciones más creíbles y transparentes.
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