La idea de que uno se acostumbra a todo
Hay muchas evidencias que revelan que el ser humano tiene una gran capacidad para adaptarse a nuevos entornos. En especial a contextos degradantes que nunca hubiera elegido experimentar en condiciones normales. Testifican esta impresión personas que han conocido experiencias límites. Producto de una progresiva caída en lo peor, han terminado aceptando esa condición, porque simplemente se acostumbran al nuevo entorno vital.Como Alexánder Petróvich Gorianchicov, el protagonista de "Memorias de la casa muerta", el libro autobiográfico de Fiodor Dostoievski, donde este escritor ruso recoge sus experiencias de reclusión durante ocho años en Siberia como preso político.Gorianchivoc (que es Dostoievski en realidad) es llevado virtualmente al infierno de los trabajos forzosos, circunstancia que lo coloca abruptamente ante la necesidad de aceptar la situación del presidio, si no quiere perecer.Las "Memorias" son el reflejo del descubrimiento de la capacidad de resistencia humana a las peores vejaciones. De hecho una frase resume espléndidamente su contenido: "Sí, denostado, degradado... ¡el hombre sobrevive! El hombre es un ser que se acostumbra a todo".Esa es la mejor definición antropológica de Dostoievski, un hombre que vivió frecuentemente en la miseria y sufrió la cárcel, y en muchas ocasiones recurrió a la escritura para sublimar su infortunio.Idéntica experiencia límite tuvo el psiquiatra austríaco Viktor Frankl, quien sobrevivió en varios campos de concentración nazis, incluidos Auschwitz y Dachau.El cometido de los campos de concentración fue doblegar la voluntad de las personas, hasta degradar su condición humana. Pero Frankl testifica que hubo quienes no se quebraron."Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal con que debe afrontar su destino (...) En conclusión, cada hombre, aún bajo unas condiciones trágicas, guarda la libertad interior de decidir quién quiere ser -espiritual y mentalmente-, porque incluso en estas circunstancias es capaz de conservar la dignidad de seguir sintiendo como un ser humano", escribió el célebre psiquiatra.Aunque algunos pueden resistir la prueba del entorno, las personas y los grupos humanos pueden ser víctimas de una situación degradante, al punto de mimetizarse con ella.En 1973 en la ciudad de Estocolmo (Suecia), en un asalto bancario, los ladrones retuvieron a los empleados durante seis días. Tras la liberación se hizo evidente que las víctimas habían formado una especie de relación positiva con los captores.Este hecho sirvió para bautizar como "síndrome de Estocolmo" la extraña conducta que muestran víctimas y abusadores desarrollando una relación de complicidad e incluso de enamoramiento.Existe además el acostumbramiento social a lo peor. Es cuando la decadencia se vuelve una segunda naturaleza, lo anómalo se naturaliza, lo execrable pierde su connotación negativa para volverse aceptable, lo intolerable deja de serlo.La metáfora de la rana hervida explica la degradación progresiva. Según esta imagen, si ponemos una rana en agua hirviendo, inmediatamente intenta salir. Pero si la ponemos en agua natural y luego se va elevando la temperatura, la rana se aclimata.Aunque nada le impide salir del caldero, el anfibio muere al final cocinado en él. Y esto porque su aparato interno para detectar amenazas a su supervivencia está preparado para cambios repentinos en su medio, pero no para cambios lentos y graduales.
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