La ideología política en la era del desencanto
La política argentina es inclasificable desde alguna categoría ideológica, como sí ocurría en el pasado. Aunque el fenómeno pueda atribuirse a la fragmentación, a una patología doméstica, también hay razones epocales.Estos días hubo un encuentro de la Internacional Socialista (IS) en Buenos Aires, en el que participaron los máximos referentes de la UCR y el Partido Socialista.La ocasión, según la prensa, sirvió para que estos últimos se mostrasen como una "verdadera opción progresista" al kirchnerismo. En un sentido, el dato llama la atención.Porque el kirchnerismo también se presenta a sí mismo como progresista. Si los supuestos opositores también, entonces en la clase política argentina hay unanimidad ideológica: son todos progresistas.La IS es una organización mundial de partidos socialdemócratas. Un poco de historia aclararía el panorama. Desde los orígenes del socialismo del siglo XIX -una ideología que pretende la desaparición de las clases sociales- hubo dos corrientes.Una partidaria de la conquista del poder político y económico mediante un proceso violento y compulsivo (marxismo-leninismo), y la otra orientada hacia reformas graduales conseguidas mediante la vía constitucional y parlamentaria (socialdemocracia).Pues bien, la izquierda marxista acusa a la socialdemocracia de complicidad con la democracia parlamentaria y el libre mercado. La inculpa también por proponer un "progresismo" que facilita la crítica opositora al capitalismo pero no la resiste al mismo tiempo.En esta disputa de la izquierda, una cosa parece ser cierta: para la socialdemocracia uno puede ser, sin culpa y sin complejos, socialista y capitalista a la vez.La conversión de socialismo combativo en socialismo capitalista ha sido la conversión de gran parte de la clase política argentina. Recrear la socialdemocracia en Argentina ha sido un mito deseado e inalcanzable.La construcción de la centro-izquierda ha sido la obsesión de Raúl Alfonsín, de "Chacho" Alvarez y de otros muchos dirigentes. Por eso, aquí se admira tanto a un Da Silva (Brasil) o una Bachelet (Chile), que se ven como referentes socialdemócratas en la región.¿Qué es el kirchnerismo en esta constelación? ¿Es peronismo puro? ¿Es izquierda setentista revolucionaria, al estilo del Che Guevara? ¿Es un socialismo moderado a la criolla?Nadie sabe a ciencia cierta. Hay lectura para todos los gustos. El filósofo kirchnerista José Plablo Feinmann se ha lamentado que el matrimonio Kirchner haya abandonado el proyecto de la "transversalidad" (¿socialdemocracia, acaso?), para retornar al peronismo.En 2008, explicó que el peronismo no tiene ideología: "El peronismo no solamente es no ideológico, es terriblemente pragmático, es un aparato constituido, en general, por personajes mafiosos (...) Pero es un aparato para nuclear poder: uno se mete en ese aparato y va subiendo y nucleando poder, porque va acumulando gente por el dinero".Quizá la política argentina no dé para ser clasificada ideológicamente, por su propia dinámica de dispersión. Pero un problema contemporáneo, justamente, es que ya nadie cree en las grandes ideologías hegemónicas de la modernidad.Vivimos en la cultura del desencanto. Así como Nietzsche se atrevió a proclamar la "muerte de Dios", muchos posmodernos declaran: "La ideología ha muerto". Palabras como pueblo, clase, proletariado, relaciones de producción, resultan obsoletas. Los más escépticos dicen que las sociedades ya no esperan nada del futuro, no confían en la historia, y se ocultan tras la tecnología, los bancos de datos y las redes de comunicación, donde el tiempo se olvida por la circulación de todo.Si todo, en este lógica, ha caído en el vacío del sinsentido, ¿qué sentido tiene creer en una ideología política?
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