La importancia del sentido de autocrítica
La manía tan humana a sobrevalorarnos, esa tendenciosidad que nos hace perder de vista la objetividad de la situación, encuentra en el ejercicio de la crítica hacia uno mismo el mejor remedio.En la literatura psicológica se suele identificar a la personalidad inmadura con el narcisismo, un mal que impide a las personas tener una percepción sincera de sí mismas, lo que las incapacita de darse cuenta de sus defectos.Es el sujeto que posee una idea grandiosa de su propia importancia. El culto a sí mismo, lo conduce a tener una falsa imagen propia, al punto que lo lleva a situarse más allá del bien y del mal.El psicólogo Iñaki Piñuel, al analizar en su libro 'Mobbing' la temática del liderazgo en la organización, reconoce estos rasgos del individuo narcisista: le absorben fantasías ilimitadas de éxito ilimitado y de poder; se considera especial y único y tiene una necesidad excesiva de ser admirado.Además tiene un sentido de "categoría", con irrazonables expectativas de un trato especialmente favorable; explota a los demás y se aprovecha de ellos para conseguir sus fines; carece de empatía; la envidia, pasiva o activa, tiene un lugar permanente en su conciencia; se manifiesta prepotente y arrogante.En realidad el narcisista adolece de capacidad de distinguir los propios defectos y excesos. Y no otra cosa es la autocrítica, entendida como la crítica que una persona hace de sí misma y de su obra.Quien se cree más importante de lo que es, no considera nada por encima de su ego, y por esto mismo se muestra arrogante y no tolera las críticas, carece de esa capacidad tan necesaria de identificar los propios déficit, los flancos débiles.La infalibilidad (creerse el dueño de la verdad), que conduce inexorablemente al fanatismo, abreva en el principio de que uno es la medida de todas las cosas, que se revela inmune a todo cuestionamiento.Como invariablemente el mundo no se amolda a nuestros deseos, como la realidad se muestra terca (ya desde la infancia) a nuestras inclinaciones y gustos, el narcisista cae en arrebatos de furia o paranoia (creer que alguien está contra él).Aquí la ira es el resultado no tanto de una pasión incontrolable como de una deformación o distorsión de la percepción de uno mismo y del entorno. Esto hace decir, por ejemplo, a la filósofa Esther Díaz, que el enojo es hijo de una falta de ejercicio de la autocrítica.Dentro de esta lógica, todo lo que escapa de nuestro parecer, lo que no responde a nuestras necesidades, es blanco de enojo y reacción autoritaria. "Creo que quienes tienen autocrítica se enojan menos", refiere.Por otro lado, se sabe que el enojo puede atentar contra la salud psíquica y física. Eso entiende la médica psiquiatra Graciela Moreschi: "El enojo -diagnostica- tiene lugar cuando algo no satisface nuestras necesidades, creencias y deseos. Cuando no hay satisfacción, nos sentimos frustrados, y la frustración es la piedra fundamental sobre la que se construyen la bronca y la agresión. Las emociones negativas, como el enojo y la ira, desgastan y destruyen al hombre y su entorno".La práctica de la autocrítica ayuda a ver los propios errores, a entender que podemos equivocarnos, una conquista cognitiva que nos permite tolerar a las demás personas."Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio", escribió el Mahatma Gandhi, sabio líder hindú.
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