La integración en su laberinto
A riesgo de parecer descortés o de ignorar los principios de la amistad, la autoridad política de Gualeguaychú puso reparos al convite formulado por el intendente fraybentino Omar Lafluf.o
Imaginamos la incomodidad de Juan José Bahillo esta semana. No se negó de plano al programa de cooperación cultural entre las dos orillas, lanzado y financiado desde Europa.
Pero prefirió no avanzar a un intercambio directo con Fray Bentos, argumentando que las condiciones no están dadas para que se produzca.
¿Gualeguaychú, entonces, se auto-excluye de la posibilidad de tender puentes de entendimiento? ¿Se cierra a una propuesta de acercamiento con la comunidad vecina?
La gravedad de estas preguntas encierra lo delicado del asunto. Porque no es normal que la autoridad política de una ciudad ponga peros a un convite de cooperación.
Ya que en principio se expone a que desde fuera lo juzguen mal a él y a la comunidad que representa. A que el gesto se malinterprete como una expresión de intransigencia.
Pero el observador de afuera que esté dispuesto a mirar sin prejuicios la cosa, podrá hacer una lectura más profunda. En ese caso advertirá claramente la gravedad social que ha alcanzado el conflicto pastero.
El dato sociológico es que se ha producido una grieta difícil de restañar entre dos comunidades. Esa brecha se ha profundizado el último tiempo, desde que la contaminación de Botnia ha dejado de ser un tópico sujeto a polémica.
Sólo desde aquí se puede explicar la aprensión de Bahillo. El intendente no ha seguido más que su instinto: ha percibido, como todos nosotros, que esta iniciativa, loable en abstracto, peca a priori de artificiosa o de extemporánea.
Sin juzgar segundas intencionalidades –a que puede dar lugar el clima de desconfianza propio del conflicto- la oferta tiene en un punto un sesgo contranatura.
¿Por qué? Decimos nosotros: porque no nace de la espontaneidad, no refleja un sentir de las personas y los grupos. No lo decimos porque esto nos agrade; todo lo contrario.
Pero queremos ser realistas: el grado de beligerancia es tal, que iniciativas de este tipo son percibidas con un aura de cosa impuesta o superestructural, sin arraigo absoluto en el sentimiento dominante en los pueblos.
Es que la integración de las dos comunidades está en un laberinto. ¿Comprende Lafluf –cuya intencionalidad tampoco juzgamos- el dilema que atraviesa la región, el daño causado a la amistad social?.
Con Botnia de por medio, da toda la impresión que la relación de fraybentinos y gualeguaychuenses está metida en un callejón salida.
Va de suyo que en otro contexto, es decir en otro estadio histórico –como el que existía antes de que la pastera apareciera- la iniciativa de cooperación cultural, mano a mano entre las dos ciudades, hubiera cuajado.
Desconocemos la fórmula para destrabar esta enemistad no querida, no deseada, que obtura la comprensión de dos ciudades, cuya matriz cultural e histórica es la misma.
Como sea, quienes creemos en la integración de los pueblos, no podemos despreciar ninguna puerta que se abra a favor del entendimiento. Y acaso pueda ser posible replantear, o especificar más todavía, los términos de la reciente oferta hecha a Gualeguaychú.
Mientras tanto, nos seguimos preguntado una y otra vez: ¿Cómo es que llegamos a esta situación? ¿Se ha tomado nota, aquí y allá, del daño al tejido social causado por la radicación inconsulta de una inversión multinacional en la región?
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