La justicia penal y la idea de responsabilidad
Vivimos en una cultura que tiende a disculpar a los que cometen faltas y delitos. Las circunstancias atenuantes abundan, aunque el riesgo es que se licue la noción de responsabilidad. La socióloga chilena Magdalena Gil, que actualmente vive en Nueva York, ha contado una historia que roza la cuestión, en un artículo que reprodujo en varios medios internacionales.La nota refiere sobre un polémico fallo que benefició a un adolescente rico de Estados Unidos llamado Ethan Couch, de 16 años, quien atropelló con su auto y mató a 4 personas, dejando a 9 más heridas de gravedad.En el momento del accidente, Ethan iba a exceso de velocidad, absolutamente borracho (3 veces sobre el límite permitido) y drogado con Valium. Aunque la fiscalía pidió 20 años de prisión, el adolescente fue sentenciado a 10 años de libertad condicional y a 1 año de tratamiento psicológico en un hospital privado.Gil cuenta que la baja de la pena obedeció a que el tribunal hizo suyo el argumento de la defensa, para quien el chico es incapaz de calcular o entender las consecuencias de sus actos, y esto por haber sido malcriado en una familia rica.El psicólogo clínico Dick Miller, quien testificó a favor del muchacho, sostuvo que éste sufre de "afluenza", una suerte de mal psíquico que aqueja a los niños ricos cuyos padres les dan muchas cosas materiales pero se olvidan de señalarles límites morales (lo que está bien o mal).Sin control moral interno, el chico habría crecido pensando que ser rico lo hacía invulnerable, en una cultura familiar que no le trasmitió la conexión necesaria que existe entre un hecho reprobable y el castigo consecuente.Afluenza, por tanto, sería una consecuencia del privilegio, y puede ser utilizada como una excusa legal formidable para beneficiar a los hijos de los poderosos.A esa conclusión arriba la socióloga chilena, quien se muestra indignada por el fallo, sobre todo porque según ella la justicia no evalúa con la misma vara a los adolescentes de familias modestas."No puede ser que los pobres cometan crímenes y los ricos simplemente 'cometan errores', 'estén enfermos' o sean 'víctimas de su entorno'", se queja.Incluso el lado esperanzador de la sentencia -el hecho de que un adolescente merece una segunda oportunidad- está teñido por un contexto en el cual ese argumento no se utiliza en otros casos, critica Gil.Los adolescentes de buena familia, dice, generan en los jueces expectativas de buen comportamiento futuro, un privilegio que no tendrían aquellos que provienen de sectores sociales más bajos.Al margen de la discusión clasista e incluso racial que Gil introduce en su artículo (la diferencia de trato entre los adolescentes ricos y blancos y los chicos pobres y negros), que contradeciría el ideal de igualdad en la sociedad norteamericana, el caso Ethan podría revelar además la crisis de la noción de responsabilidad, y su impacto en la justicia penal.Que la riqueza pueda ser movilizada expresamente como un atenuante para rebajar una condena, está en línea con una filosofía dominante según la cual quienes cometen alguna falta, lejos de ser considerados culpables, son más bien juzgados como víctimas de condicionamientos y de determinismos varios (la familia, la herencia, la educación, la sociedad en su conjunto).El riesgo de esta mentalidad fue formulado por el filósofo francés Gustave Thibon, al afirmar que "a fuerza de declarar que los hombres son irresponsables, se acaba por convertirlos en irresponsables".
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