La lucha de clases por otros medios
La muerte de miembros de la clase media y media alta a manos de jóvenes marginales, instala con fuerza la hipótesis de que la violencia, sobre todo en Buenos Aires, es fruto de la lucha de clases.La tesis de que la inseguridad es una forma de rebeldía de los menos pudientes es esencial en el pensamiento de izquierda, para el cual el delito es inherente al capitalismo.Matar para robar no sería una anomalía sino el resultado necesario de la existencia de un modelo de explotación económica, que produce una masa de "desposeídos", quienes son obligados así a delinquir.El origen del mal está en la propiedad privada. Fue el anarquista Pierre Joseph Proudhon (1809-1865) quien sentó este diagnóstico, el cual por cierto compartió la izquierda marxista."Propiedad y sociedad son conceptos que se rechazan recíprocamente: es tan difícil asociarlos como unir dos imanes por sus polos semejantes. Por eso, o la sociedad mata a la propiedad o ésta mata a aquella", escribió.El concepto lleva implícito el programa de transformación del orden humano. "Suprimiendo la propiedad (privada), habréis cambiado por completo las leyes, el gobierno, la economía, las instituciones: habréis eliminado el mal de la tierra", se entusiasmó Proudhon.El socialismo marxista suscribe plenamente este diagnóstico de fondo: la propiedad privada es un robo y es antisocial de raíz. Es ella la causa eficiente de la desgracia humana, o de la lucha de clase entre poseedores y desposeídos.Su eliminación, por tanto, produciría una solución mágica. Así piensa también Hugo Chávez, el presidente venezolano que lidera el Socialismo del Siglo XXI en la región.No hace mucho dijo que la inseguridad no tiene solución en el sistema capitalista, pues éste despierta el egoísmo, por lo que sugirió que sólo el socialismo puede garantizar la seguridad en las calles."El capitalismo genera delincuencia, porque nos inyecta egoísmo, amor por la riqueza monetaria. El socialismo en cambio favorece los valores humanos", afirmó.Aquí conviene hacer un parate. La experiencia de la Unión Soviética y del comunismo del este, en el siglo XX, no avala la solución socialista. La idea de frenar el instinto adquisitivo de las personas, eliminando la propiedad privada, no resultó.Se sabe: el obrero individual, el tipo humano exaltado por la ideología comunista, no soñaba con la sociedad sin clases y con el Estado colectivista. Su modesta y terrena aspiración era mejorar su suerte individual convirtiéndose en propietario "burgués".La colectivización compulsiva de los bienes, la idea mesiánica de que se podía construir un mundo en el cual desaparecería el sufrimiento humano eliminando la propiedad privada, resultó un fiasco.El egoísmo por los bienes, en todo caso (que también carcomió al comunismo), es parte de la vieja lucha entablada en el corazón humano entre el bien y el mal, desde siempre y más allá de las estructuras sociales.Dicho esto, y al margen del juicio histórico al marxismo, persiste el problema de la polaridad social extrema, como caldo de cultivo del delito. Hablando de la violencia en las favelas de Río de Janeiro, miembro del gobierno de esa ciudad y ex guerrillero, Alfredo Sirkis, describió a quienes delinquen es estos términos:"Ya nadie quiere hacer una revolución; lo que quiere hacer esa gente armada es acceder a la cultura de consumo. Es moralmente infantil, y también matan como chicos, como chicos en un juego de guerra".Entre nosotros, en tanto, tomando un concepto del sociólogo Manuel Castells, la diputada Elisa Carrió asimila la violencia de los excluidos a la "subversión anómica".
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