EDITORIAL
La madre, una figura de resonancia universal
Hoy en la Argentina se celebra el Día de la Madre, una figura cargada de significación cultural y vinculada a valores como el cuidado y la protección de los hijos.
Todas las sociedades, desde las épocas más remotas, han exaltado al ser que procrea y se dedica a la crianza. Aunque también el título de madre es dado a aquella mujer que cumple ese papel sin estar emparentada biológicamente. En culturas pretéritas la madre era el centro de celebraciones que tenían que ver con la fertilidad y la capacidad de gestar y parir, algo totalmente ligado a las tradiciones ancestrales. Estas fiestas tenían un alto componente simbólico y mitológico pagano. En Egipto, por ejemplo, se rendía homenaje a la diosa Isis, madre de los faraones y nombrada como la “Gran diosa madre fuerza fecundadora”. La civilización griega antigua, en tanto, celebraba la fiesta en honor a la diosa Rea, hija de Urano (el cielo) y Gaia (la tierra) conocida como “la madre de todos los dioses”. Mientras en la mitología romana la diosa Cibeles es la madre universal y a la que se representa sobre un carro tirado por leones, luego los cristianos transformaron el culto pagano de la madre para honrar a la Virgen María, la madre de Jesús. Una de las culturas aborígenes que consideraba la maternidad como algo sagrado eran los aztecas. Ellos rendían tributo a Coyolxauhqui, diosa de la luna y madre de Huitzilopochtli. Según el psicólogo suizo Carl Jung, la madre es uno de los arquetipos principales del inconsciente colectivo, es decir constituye uno de esos patrones de imágenes y símbolos recurrentes que aparecen bajo diferentes formas en todas las culturas y que heredamos de nuestros primeros antepasados. Jung describía el arquetipo de la madre con estas propiedades: “Lo ‘maternal’: por antonomasia, la mágica autoridad de lo femenino; la sabiduría y la altura espiritual más allá del intelecto; lo bondadoso, protector, sustentador, lo que da crecimiento, fertilidad y alimento; el lugar de la transformación mágica, del renacer; el instinto o impulso que ayuda; lo secreto, escondido, lo tenebroso, el abismo, el mundo de los muertos, lo que devora, seduce y envenena, lo angustioso e inevitable”. Se ha dicho con razón que la influencia de la madre es clave para progreso personal de los hijos. Eso creía por ejemplo Napoleón Bonaparte, que llegó a decir que “el porvenir de un hijo es siempre obra de su madre". La madre es la primera persona con la que estamos en contacto en este mundo y la primera a la que amamos. “Esto hace que sea el factor más prominente en el desarrollo emocional de una persona”, dice el psicólogo estadounidense Stephen Poulter. En sus libro “The mother factor”, este experto en relaciones familiares plantea que la manera como la mujer se relaciona con sus hijos determina su conducta en distintos planos de la vida. “Ellas juegan un rol importante en la manera como establecemos nuestras relaciones, en la elección de la pareja, en la manera en que seremos padres, en nuestras emociones y los logros en la vida”, dice Poulter. Al respecto George Washington, considerado uno de los padres fundadores de Estados Unidos, hizo este elogio: “Mi madre fue la mujer más bella que jamás conocí. Todo lo que soy, se lo debo a mi madre. Atribuyo todos mis éxitos en esta vida a la enseñanza moral, intelectual y física que recibí de ella”. El escritor ruso León Tolstoi, en tanto, creía en el poder de redención de la figura materna al declarar: “Madres, en vuestras manos tenéis la salvación del mundo”.
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