La manía argentina de atesorar en dólares
Aunque la economía está blindada por los soja-dólares, que garantizan respaldo del dinero circulante, los argentinos siguen huyendo de la moneda nacional.Esa huida estuvo siempre asociada a estrangulamientos externos, es decir a escasez de divisas. Curiosamente, mientras hoy los dólares fluyen a raudales por las supercosechas, la gente atesora en divisas.La llamada "fuga de capitales", así, coexiste con una macroeconomía en apariencia sólida. ¿Esto acaso es parte de la extravagancia de la Argentina? Las repuestas no son fáciles.En principio hay que decir que quienes pueden ahorrar en dólares pertenecen a la burguesía comercial y empresarial, los profesionales de altos ingresos, los ejecutivos, los políticos y los sindicalistas, entre otros.Según datos del Banco Central, en los últimos tres años salieron del sistema casi la misma cantidad de dólares que hoy componen las reservas del país.En ese período se fueron 52.526 millones de dólares en términos "netos". La consultora Finsoport, en tanto, informó que el 80% de los dólares que compraron los argentinos en el último año -se trata de 5.200 millones- quedó fuera de los bancos locales.Una nota del Cronista Comercial, aparecida días atrás, advirtió que se estaba fugando "casi el 80% del superávit comercial" y que dicha fuga llegaría este año a los 10.000 millones de dólares.En realidad nada nuevo. Hace tiempo que la economía local funciona con dos monedas: la doméstica pare efectuar transacciones y la extranjera para ahorrar fuera del sistema financiero institucionalizado.¿Adónde va la masa de dinero verde? Gran parte se acumula en los bancos del exterior. Según la consultora Bein & Asociados, las mediciones internacionales revelan que la Argentina "es el país con mayor tenencia de dólares físicos en el mundo". Otra parte de los fondos se guardan en el colchón o en la caja fuerte. El efecto global de esta dolarización, en suma, es que esos capitales salen del sistema. Por tanto no implican mayor inversión o más empleo. No son recursos que se reinviertan o ayuden a financiar el desarrollo del país.El 27 de agosto de 2009, en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, la presidente Cristina Kirchner se quejaba: "A mí sinceramente me gustaría ver a más hombre y mujeres caminando por los pasillos de la Bolsa e invirtiendo en acciones y no en las casas de cambio, creyendo que el refugio en la moneda extranjera es la mejor manera de invertir en un país".Hay que "cambiar esta percepción del ciudadano argentino, que cree que es más confiable un papel, una moneda extranjera", exhortó.Pero mientras la mandataria decía estas cosas se sabía que su marido, el ex presidente Néstor Kirchner, había comprado 2 millones de dólares en plena fuga de capitales, un año antes.Además, entre 2005 y 2008 la apuesta a la moneda estadounidense le trajo beneficios al matrimonio presidencial (diferencia en los cambios). Ese último año contabilizaban más depósitos bancarios en dólares que en pesos.Hay un sinfín de causas que explican esta fidelidad argentina a la moneda norteamericana. Una de ellas -y no menor- es la constante usurpación del dinero ajeno por parte del Estado.Las formas de agresión al ahorro utilizadas por las diferentes administraciones fueron múltiples. Los "ahorros forzosos", las incautaciones de depósitos, los corralitos, son algunos de los inventos criollos.Pero quizá sea la inflación y las devaluaciones continuas, que barren con el valor real de la moneda, las que hacen que los argentinos piensen en verde.Nuestra adicción al dólar, considerado un refugio de valor, proviene de esta desconfianza crónica hacia el sistema monetario argentino, que tiene por lo menos una historia de 50 años, no importa si el ciclo económico es alcista o recesivo.Aunque es más que eso: revela que no se cree en el gobierno y las instituciones del país. Ya le decía el barón Louis, ministro de Napoleón, al Emperador -en 1800: "Hágame usted una buena política y yo le haré buenas finanzas".
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