La marcha se hace no por frivolidad ecológica
La pregunta central que acaso se deba contestar hoy es si está justificada esta nueva convocatoria sobre el puente internacional San Martín, en rechazo a la instalación de la pastera UPM, ex Botnia.Y esto porque desde los estamentos oficiales se ha dicho, poco menos, que la cosa está encaminada después del fallo de La Haya. No habría motivo, por tanto, para protestar en la ruta. Como dicen los franceses: "c'est fini".Si esta tesitura fuese cierta, si efectivamente se ha examinado rigurosamente a la pastera -con el objeto de que delate su insostenible presencia en la cuenca- al tiempo que se ha preservado a la población nativa de sus efluvios contaminantes, podría pensarse que la movida social carece de fundamento.Sin embargo, no es ésa la sensación local. Más bien persiste la sospecha de que no se ha hecho lo suficiente, y en el peor de los casos de que no hay voluntad de ir a fondo en la cuestión.El control conjunto del río Uruguay, acordado por las dos cancillerías, parece ir a paso de tortuga. Se acordó en noviembre del año pasado, pero el comienzo formal del monitoreo aún está por verse.Este sólo dato habla de la morosidad de un proceso que para esta comunidad es razón suficiente para despertar escepticismo, cuando no desmoralización lisa y llana.Cuando la Asamblea Ambiental dice que el conflicto persiste, sigue abierto, no hace sino recoger justamente esta exasperante lentitud en los procedimientos.A lo cual se suma otra inquietud: en el mientras tanto, ¿cuál es la garantía sanitaria que tiene la sociedad nativa frente a la agresión ambiental de la pastera? ¿Cómo sabe que lo que respira no la está ya enfermando?Es decir, demasiadas dudas, demasiados interrogantes, como para que esta ciudad, que ha llevado sobre sus espaldas el peso del reclamo ambiental, se quede quieta, resignándose ante un statu quo que le es desfavorable.A propósito, la presencia esta semana del ingeniero Hernán Orduna, informando sobre lo que se está haciendo oficialmente, más bien genera el efecto contrario. ¿Qué apuro tenía de venir ahora, justo en víspera de una marcha, que está claro incomoda al gobierno?Vale aclarar un punto: cuando uno escucha a los funcionarios se halla frente a este argumento recurrente: "Lo que pasa es que no nos creen". ¿Será eso, efectivamente? Los gualeguaychuenses, al menos muchos de ellos, ¿acaso son rebeldes sin causa? ¿No les viene bien ningún argumento de origen oficial?Este disconformismo doméstico tiene distintas raíces. Pero cabría explicarlo así: es lógico que Gualeguaychú quiera saber de qué se trata, que sea celosa de la gestión del conflicto pastera, que sea más exigente que ninguna otra comunidad.Por esta razón: fue ella la que impugnó a Botnia. Algunos funcionarios parecen olvidar este dato: fueron los vecinos quienes, como un solo bloque, lucharon contra este emprendimiento. Fueron ellos los mentores de esta lucha.¿0 acaso se olvida que el mismísimo canciller de entonces, Rafael Bielsa, confesó que se desasnó del problema escuchando a los vecinos? Además, en la democracia el poder reside en el pueblo, el cual delega su gestión a circunstanciales mandatarios.Lo menos que se puede hacer entonces es escuchar a los de abajo, rendirles cuentas de lo que se hace, transparentando la información al máximo posible, no dejando duda alguna de cuanto se hace a nivel gubernamental.Cuando los funcionarios dicen que ahora se hace cargo la "política" del conflicto, ¿qué quieren decir? ¿Acaso que no se sienten obligados por sus mandantes, en este caso los vecinos?¿Les molesta que la gente ejerza una ciudadanía plena y responsable, con un control del contrato efectuado con sus representantes? ¿Quisieran que vuelvan a sus casas?Los gobernantes progresistas debieran sentirse halagados de representar a ciudadanos inquietos por la cosa pública. Que se entienda: la marcha de hoy no se hace por frivolidad ecológica.Es la expresión saludable de vecinos que se sienten responsables de su destino y que no toleran la evasión cívica.
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