La masonería entre nosotros
En la segunda mitad del siglo XIX Gualeguaychú tuvo una intensa actividad masónica. Esas sociedades, siempre envueltas en un aura de secreto y misticismo, luego desaparecieron, aunque dejando rastros en la memoria cultural y física. Ahora los masones están de vuelta.Marcelo LorenzoEn la memoria local la masonería tiene genes decimonónicos. Se sabe positivamente que los "librepensadores", así se llamaban quienes adherían a sus postulados, pulularon en la época urquicista.Tras la batalla de Caseros (1852), y a tenor de una movida de carácter nacional, el liberalismo triunfante se expresó en el resurgir de las logias, las cuales habían sido perseguidas durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas.Por entonces se vivió un verdadero "boom masónico", si es que cabe la expresión. Era lógico: todo el período de la "organización nacional", liderado por el general Justo José de Urquiza, un conspicuo masón, se inspiró en los ideales de la Revolución Francesa (1789).Aún hoy los principios de "libertad, igualdad, fraternidad" siguen siendo las banderas de la masonería en todo el mundo, que allá por el siglo XVII, sobre todo, entabló una guerra sin cuartel contra los poderes del Ancien Régime, la monarquía y la Iglesia Católica.Esas ideas, pregonadas por los masones, atrajeron a muchos criollos descontentos con el régimen español. Las logias y sociedades secretas fueron los medios idóneos para iniciar reuniones con miras políticas en contra del absolutismo.El mismísimo José de San Martín, el padre de la Patria -insisten los masones- fue miembro de la "Logia Lautaro", creada por el venezolano Francisco de Miranda (que a su vez reportaba a la masonería inglesa), cuya finalidad era propender a la independencia de las colonias españolas.No debe perderse de vista, por otro lado, que tras Caseros el país se abrió a la inmigración. Y eso supuso, sobre todo en Entre Ríos, y particularmente en Gualeguaychú, el ingreso de extranjeros identificados con el ideario liberal, como los franceses y los italianos.Se sabe que Giuseppe Garibaldi, el héroe de la unidad italiana, que ayudó a los unitarios argentinos contra el gobierno de Rosas, y anduvo por estos pagos, fue un prominente masón.Con orgullo, los miembros de la organización señalan que ella alimentó las luchas por la independencia de la América española. También que animó la empresa de la organización nacional y la Constitución de 1853. De hecho los primeros cuatro presidentes que gobernaron la Argentina tras la caída de Rosas fueron masones: Urquiza, Derqui, Mitre y Sarmiento.El pasadoEn octubre de 1875 se creó formalmente en Gualeguaychú la logia 'Unión y Filantropía', una filial de las tantas que proliferaban en el país, América y el mundo. Su sede estaba en la casa de altos de la esquina de Urquiza y España.La sociedad nació en un contexto de ebullición intelectual y social en la ciudad. Según cuenta Leticia Mascheroni -en el libro "Historia de San José de Gualeguaychú"- había una generación de jóvenes ávidos de ilustración y deseosos de participar en la vida cívica.Los diarios de época, como 'El País', veían a Gualeguaychú como "una de las ciudades de la República donde se notaba una tendencia de adelanto en todo sentido y como cultor de la inteligencia iba en las primeras filas, pues en relación a su población aquí se leía más que en cualquier otro pueblo, asegurando los libreros de Buenos Aires que Gualeguaychú era un comprador constante de libros, revistas y periódicos".El despertar social se veía reflejado en la aparición de clubes, sociedades, liceos, casinos. En la nueva atmósfera espiritual libertaria, la actividad política y periodística se incrementó, y los masones se reunían en cenáculos.La antinomia "católico" versus "masón" fue un clásico de la época. Aunque fue el masón Urquiza, como presidente de la Confederación Argentina, quien restableció las relaciones diplomáticas con el Vaticano, interrumpidas por Rosas."Los vínculos entre familiares y políticos enlazaban prácticas relacionadas con logias y centros culturales", refiere Mascheroni, quien hace notar que era común que ilustres vecinos alternaran entre el templo católico y el masón. Y había quienes sostenían que se podía ser cristiano y participar al mismo tiempo de la francmasonería.La masonería constituyó para mucha gente algo tabú, que alimentó la fantasía colectiva. El hecho de que sus adeptos se reunieran en secreto, y lo hicieran en ceremonias incomprensibles, la rodearon siempre de misterio.Al respecto Mascheroni cita la elocuente descripción de un diario local, 'El Noticiero', en cuya edición de enero de 1891 se lee: "Los procedimientos simbólicos de esta clase de asociaciones, el misterio de que están rodeadas, las sombras de la noche, y lo apartado y oscuro del lugar en que efectuaban sus tenidas, empezó a despertar en el ánimo de la vulgaridad, sospechas de que se trataba de brujas o aparecidos o algo así extraordinario y consiguientemente a levantar ciertas resistencias contra sus afiliados, a quienes algunos llegaban hasta suponer poseídos del demonio".El testimonio físico de la actividad masónica de esa época se puede ver reflejado en mobiliarios (en museos) y en el patrimonio arquitectónico local, sobre todo en edificios y tumbas.Así, en el edificio de calle Montevideo N°132 existió otro de los templos masónicos identificados de Gualeguaychú. Aún hoy se puede ver en su fachada una profusión de simbología masónica, que conecta ancestralmente con el mundo de la construcción. Por ejemplo, las columnas (árbol de la vida, unión entre el cielo y la tierra), el frontón triangular (tomado del templo griego y que simboliza la perfección), la escuadra (rectitud moral), el compás (los límites), el globo terráqueo (regularidad y sabiduría).Los masones han contado entre sus adeptos a distintas personalidades que se han destacado en la política, la ciencia y la cultura. Entre los escritores de renombre mencionan a Olegario Víctor Andrade, una figura local señera. También aparece José Hernández, autor del 'Martín Fierro', obra máxima de la poesía gauchesca.El presenteAunque no hay escrita una historia de la masonería de Gualeguaychú, hay razones para suponer que tras el período decimonónico de "esplendor", su actividad social empezó a decaer hasta desparecer entrado el siglo XX.Los masones locales siguieron existiendo, pero no se reunían para sus clásicas "tenidas". Algunos de ellos, más activos, concurrían a algunas de las logias entrerrianas que se mantuvieron vivas, como la de Concordia.Además no hay que perder de vista que en tierra entrerriana existe una de las logias más antiguas del país, la Jorge Washington N°44, de Concepción del Uruguay, que tuvo entre sus presidentes a Justo José de Urquiza.Pasado mucho tiempo -prácticamente una centuria- los masones locales regresan fundando hace unos años la Logia 'Flor de Lis' N°463 Oriente de Gualeguaychú. Uno de sus miembros, el doctor Giovanni De Domini, testimonió ante EL DIA la existencia de este grupo que se reúne periódicamente."No somos una sociedad secreta, sino más bien discreta", explicó tras señalar que desde hace un tiempo la masonería argentina ha abierto sus puertas a la sociedad e incluso en los medios de prensa, de un modo inédito.Cualquiera que quiera informarse sobre esta organización puede recurrir, por caso, al sitio digital: www.masonería-argentina.org.ar.En el país hay actualmente alrededor de 200 logias las cuales, más allá de su identidad, que empalma con la tradición de cada lugar, responden a la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones.De Domini recordó la reunión pública que tuvo lugar en el Instituto Magnasco, el 9 de noviembre de 2003, donde el entonces vicepresidente de esa entidad, Alejo Neyeloff, trazó un amplio panorama histórico e ideológico de la masonería."De alguna manera ese encuentro fue el puntapié inicial para que algunos vecinos decidieran reactivar la logia local", indicó el médico psiquiatra, que oriundo de Italia vino a la Argentina en los '50 junto con su familia (tenía por entonces 20 años)."La masonería es iniciática, filosófica y filantrópica", dijo el entrevistado al explicar la esencia de esta antigua sociedad. Según señaló, es iniciática porque hay ritos de ingreso a su seno, como quien se incorpora a un saber desconocido.Es filosófica porque la masonería postula el perfeccionamiento humano a través del conocimiento, de índole básicamente racional. Es una sociedad de carácter gnóstico, en cuyo seno surgió la corriente de pensamiento que dio forma a Occidente, desde el siglo XVIII: el Enciclopedismo o Iluminismo."Y es filantrópica porque ayuda a los necesitados mediante el sostenimiento de instituciones especiales", apuntó De Domini, quien señaló que el carácter de "sociedad secreta" que se le atribuye a la masonería obedece al hecho de que en el pasado sus miembros debieron ocultarse porque sufrieron persecuciones.La cuestión religiosa Hay cierta coincidencia respecto de que ya en la Edad Media la francmasonería constituía una asociación de arquitectos, maestros albañiles y escultores que edificaron las grandes catedrales.Las autoridades eclesiásticas y seculares les habían otorgado múltiples privilegios, de lo cual deriva su nombre de free masons o francmasones (albañiles libres). Dependían del Papa y los protegía la Iglesia por encima de las leyes particulares y los poderes temporales.Los maestros constructores rodeaban sus reuniones de solemnidad y secretos para no dar a conocer sus técnicas ancestrales que eran transmitidas solamente a discípulos elegidos por su capacidad y honestidad.Hacia el siglo XVII el gremio mutó y empezaron a ingresar a sus filas nobles y comerciantes, a quienes se llamó "masones aceptados". Con el tiempo la masonería, manejada por este último grupo, dejó de ocuparse de las construcciones, tomando en cambio un carácter especulativo y filosófico.En 1717 cuatro logias masónicas de Londres fundaron una Gran Logia encargada de unificar los reglamentos de la sociedad, episodio que se considera el acto fundacional del movimiento.Los masones abogaron por la libertad de pensamiento y pronto se pusieron en contra del "oscurantismo religioso" que ellos atribuían a la Iglesia Católica. Basta leer a los ideólogos de la Revolución Francesa (los masones Voltaire, Diderot, La Fayette, Robespierre, Marat, y demás) para tener una dimensión del encono suscitado entre ambas partes.La Iglesia, a través del Papa Clemente XII, condenó por primera vez a la masonería a través de la bula "In Eminente" de 1738, una condena que han ratificado los papas subsiguientes.Los masones, en tanto, creen que la ciencia asegurará el progreso de la humanidad y que alguna vez se llegará a un entendimiento universal a través del uso de la razón. Y aunque rechazan las verdades reveladas que aceptan las religiones positivas, no obstante consideran a Dios como el Supremo Arquitecto."En la masonería aceptamos a personas de todos los credos religiosos sin distinción alguna -de hecho ha habido sacerdotes jesuitas en la sociedad- , siempre que sean tolerantes y respeten todas las opiniones sinceramente expresadas, fuera de cualquier fanatismo y fundamentalismo", apuntó De Domini.
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