IDEOLOGÍA, TIEMPO E INTENCIÓN
La Matrix y la historia
Existen tantas historias como versiones acerca de ella; hasta hoy, el sesgo parecía estar impuesto por la ideología o la cultura, ¿seguirá siendo así?
Por Luis Castillo*
Cada mirada sobre la historia quizá no sea otra cosa que narrar una nueva historia. Creo, taxativamente, que no existe LA historia, sino que existen tantas historias como miradas haya sobre una época, una situación o un lugar determinado.
Los historiadores no son sino rastreadores de miradas que luego transcriben con la suya propia. Todas ellas son reales y quizás ninguna lo sea. Los diarios, los documentos, los relatos orales, las vasijas de barro, las armas, cualquier manifestación que nos dé pistas que permitan reconstruir la historia, llevan implícito el inalienable sesgo de una cultura, un tiempo, un espacio y un contexto particular.
Cada historiador narra una historia reconstruida −asimismo− según su propia historia, su ideología, su tiempo y su intencionalidad.
Todas son, de un modo u otro, pasibles de ser analizadas. Aun cuando muchas veces se escriben narraciones casi ficcionales o lisa y llanamente falsas, eso mismo puede ser el material con el que otro historiador se nutra para realizar una interpretación del porqué de la mentira, el encubrimiento o la deliberada alteración de un hecho histórico determinado.
Escribe Tomas Eloy Martínez: “La ficción y la historia se escriben para corregir el porvenir, para labrar el cauce de río por el que navegará el porvenir, para situar el porvenir en el lugar de los deseos. Los mitos reflejan también los deseos secretos de la comunidad por crear símbolos y metáforas que le permitan al pasado transfigurarse en futuro. O, dicho de otra manera, los mitos son las imaginaciones que la comunidad tiene de su propio porvenir.” Quizás por eso muchas veces al escribir hoy lo que mañana será pasado, será historia, nuestro relato no puede escapar a lo que −consciente o inconscientemente− buscamos o deseamos que se conozca de nosotros, de nuestro tiempo, de nuestro accionar o de quienes son nuestros velados u ocultos enemigos o cófrades.
Durante mucho tiempo y por razones que no es momento ni lugar para analizar, existía una sola historia: la historia oficial; la mirada univoca del poder que interpreta y escribe. Nadie duda acerca de la veracidad de los hechos que se describen, nadie cuestiona y el hecho termina convertido en verdad absoluta. El revisionismo histórico, los revisionistas, sienten que todo acontecimiento o proceso histórico debe ser puesto en duda. Pero no solo los historiadores, cada vez más (y afortunadamente) dudamos de la aparentemente ingenua intencionalidad de quienes escribieron la historia, nuestra historia. Las fuentes historiográficas son cada vez más numerosas y al mismo tiempo más accesibles; las miradas se multiplican y así, podemos tener una visión más crítica −aunque nunca final ni absoluta− sobre determinado hecho o acontecimiento histórico.
Todo esto bajo una mirada que, pese a todo, no perdía sus rasgos de humanidad. Así como ayer fueron las hemerotecas las mejores custodias (aun sesgadas) de un tiempo y una época, hoy la internet y eso que llamamos “La nube” cobija celosa, inexorable e impúdicamente todo cuanto escribimos, deseamos, odiamos; para esa nube inasible no existen secretos ni posibilidad de ocultamiento. Esa verdadera caja de Pandora es real pese a que se autodenomina virtual (quizás como una artera forma de engaño) y, probablemente, como cada una de las diferentes ofertas a las que ya tenemos acceso directo, escribirá la versión de la historia del modo que “sabe” que queremos escuchar, leer o ver en atractivos dibujitos que nos regalen efímeros momentos de felicidad. Verdaderas historias de la historia “a la carta”. Pareciera que el sesgo solo será el deseo.
El “Gran hermano” ya llegó hace algún tiempo; la Matrix, temo, está calentando motores.
*Escritor, médico y concejal por “Gualeguaychú Entre Todos”