
Aunque hayan ganado terreno en el mercado laboral, las mujeres siguen desempeñando un papel clave en la vida doméstica, donde cumplen tareas que no son remuneradas.
En la dinámica de los sexos, probablemente la situación sociológica de la mujer es la que más mutó en el último tiempo, aunque el balance de ese cambio sea ambiguo.
Tras la revolución feminista, que entre otras cosas supuso una mayor inserción de la mujer en la vida laboral y social, las cosas han cambiado radicalmente.
Por lo pronto, el modelo de que los hombres ganaban el pan, mientras las mujeres se ocupaban exclusivamente de lo doméstico, quedó en el pasado. La masiva incorporación de éstas últimas al mercado laboral trastocó sustancialmente esos roles.
Sin embargo, los análisis sociológicos de género revelan que la mujer tiene una sobrecarga de tareas al interior del hogar. Un gran porcentaje de las madres tiene un trabajo extra-doméstico, que se suma al que ya tiene en casa.
Es decir, pese a que tienen un empleo u oficio, continúan siendo las principales responsables de las tareas del hogar y de cuidado de la familia. Esta doble jornada de trabajo de las mujeres, por lo general presiona para que los hombres asuman una paternidad más comprometida, lo que genera tensión en el hogar.
En términos sociológicos, parece claro que el proyecto de vida de la mujer ya no está centrado solamente en ser madre ni en las tareas domésticas.
La educación, la profesión y el desarrollo personal forman parte de su horizonte existencial. Aunque el proceso se vive como una emancipación del género, en un punto no está exento de dificultad y ambigüedad.
Al respecto, las estadísticas revelan que aun ingresando al mercado laboral las mujeres mantienen su rol tradicional de amas de casa. Eso dice, por ejemplo, un estudio realizado por el Centro por de Investigaciones Sociales (CIS) Voices!-Fundación UADE.
Allí se señala que las mujeres cumplen con jornadas laborales muchas veces maratónicas, y esto en medio de preocupaciones domésticas, asociadas por ejemplo a realizar las compras, transportar a los hijos y desarrollar cuanta actividad social tengan en la agenda.
La conclusión del informe es que al mismo tiempo que cumplen las exigencias laborales de la profesión o del oficio, no han abandonado el rol de amas de casa, continuando mayormente con su tradicional labor doméstica (hacer las compras, cocinar, higienizar la casa, cuidar a los niños, lavar la ropa, etc.)
De hecho desde hace un tiempo se debate acerca de este "trabajo invisible" que sin embargo no es remunerado. En 2017, la periodista Florencia Donovan publicó un artículo en el diario La Nación donde se preguntaba cuánto aportaría al PBI el trabajo de las amas de casa, si éste fuere remunerado.
Al respecto cita un trabajo de Ariel Coremberg, director del Centro de Estudios de la Productividad de la UBA, para quien hay en el país 6,4 millones de amas de casa de menos de 70 años y 7,1 millones de mujeres empleadas.
Según Coremberg, si a cada una de ellas se le pagara el salario promedio de una empleada doméstica, por un trabajo de 5 horas diarias, y se computara este concepto como "horas extras" en el caso de las que tienen empleo, las amas de casa entonces aportarían el equivalente a un 20% del PBI.
En tanto la consultora McKinsey, en un análisis a nivel global, publicó hace un tiempo que si se pagara un sueldo a todas las amas de casa del mundo, se llegaría a la increíble suma de US$ 10 billones (o sea 10 millones de millones de dólares).