DISCUTIR IDEAS, NO PERSONAS
La obra y el artista

Frente a determinadas acciones o situaciones dignas de ser admiradas o imitadas, qué es lo que nos subyuga en cada caso, ¿la obra o el artista?
Por Luis Castillo*
Pensemos en una estrella de rock, por ejemplo, o de jazz o de tango, eso no es relevante. Ese personaje que por obra y gracia de las nuevas tecnologías es conocido en el mundo en pocas horas por una canción ajeno por completo a lo efímero que pueden ser los miles o millones de visitas que provoque; esa estrella musical quizás consuma drogas o alcohol en forma desmedida, tal como podría afirmar cualquier medio periodístico casi como una nota de color. Pero, salvo que dicho personaje esté al borde de la muerte o muera de verdad, eso no sería noticia. Sabemos hasta la naturalización del hecho, que muchos de los grandes artistas se drogan. O podrían hacerlo sin que eso llame la atención a nadie ni emita juicio negativo al respecto. Huelgan los ejemplos.
Ahora bien, ¿qué pasa si el consumidor es un deportista? En este momento es inevitable recordar la imagen de Maradona de la mano de una enfermera siendo conducido al control de doping que finalmente lo dejaría fuera del mundial. “Me cortaron las piernas” sentenció Diego.
¿Realmente alguien cree que Maradona precisaba drogarse para ser el genio futbolístico que fue? Pero, las reglas son las reglas y, en el deporte, sea este individual o colectivo, nadie puede competir bajo el efecto de drogas que puedan afectar de algún modo el rendimiento.
En el arte, como mencionamos anteriormente, las reglas del juego son otras, a nadie le importa si Andy Warhol estaba bajo el efecto de cualquier droga para hacer sus cuadros o los poetas malditos de la Francia del siglo XIX o cualquier estrella reggaetonera o El Bosco o Mick Jagger o Dalí. A nadie le importa porque sus obras los trascienden.
Ahora bien, la pregunta en cuestión es, ¿qué pasa con la política? ¿Qué importa más, la persona o las ideas que representa? Gandhi o Mandela son modelos que recorrieron el mundo y aun hoy persisten silenciosos como ejemplos de perseverancia y lucha por la paz, sin embargo, ¿Cuántos jóvenes hoy en día saben quiénes fueron? ¿Cuántos hay que conozcan el nombre de Martin Luther King? ¿Cuántos reconocen el nombre de Alicia Moreau de Justo, de Bernardo de Monteagudo, de Mariano Moreno o del mismísimo Urquiza quien, fuera de Entre Ríos es apenas el nombre de alguna calle o de una plaza?
La política, entre tantas enunciaciones que tratan de definirla, podría decirse que es el arte de transformar una sociedad. Un arte y una ciencia. Ciencia en cuanto a saber qué hacer y arte en cuanto a saber cómo hacerlo. La teoría sin la praxis es apenas una utopía, una práctica sin una teoría que la sustente es apenas algo más que una aventura. Sin duda, necesitamos más políticos y mejores políticas, acordes a las necesidades y las nuevas realidades. Políticos comprometidos con esas transformaciones necesarias, conscientes de los desafíos y las prioridades. Verdaderas revoluciones pacíficas que no se llevan delante de la noche a la mañana, sino que precisan de tiempo, esfuerzo y estudio, por eso, en general, las ideas subsisten a sus ideólogos. Y eso es bueno. Es saludable. De allí que no es casual que haya ideas e ideales que acompañan a la humanidad desde que comenzamos la aventura de vivir en comunidad. Y aún persisten.
Hay que discutir ideas, no personas. En política lo que importa es el arte más que el artista ya que, de otro modo, no faltaría el trasnochado que crea que para pintar como Van Gogh solo baste con cortarse una oreja.
*Escritor, médico y concejal por “Gualeguaychú Entre Todos”