La palabra que libera o la que esclaviza

El lenguaje suele ser un territorio de manifestación de un estado de cosas humanas. De hecho puede devenir en un instrumento que ofusque la conciencia crítica, un dispositivo de enmascaramiento, o ser un potencial factor de liberación. Los lingüistas nos recuerdan que es un error creer que la lengua es sólo un medio de comunicación, un simple medio para el intercambio. Es más bien un camino de conocimiento.Según el poeta José Martí tiene un poder que incluso prevalece a todas las operaciones intelectuales. "La lengua no es el caballo del pensamiento, sino su jinete", escribió.Los griegos decían que el hombre es el ser de la palabra, como si dijeran que las palabras tienen el mismo rango que la sangre que circula en nuestro organismo o el aire que respiramos.Y así como la sangre se puede envenenar, infectando todo el organismo, y el aire enviciar, haciendo irrespirable la vida, la adulteración de la palabra puede tener un efecto devastador en las personas.La dominación de los individuos y grupos a través del monopolio de las palabras es la lección que dejan aquellos regímenes políticos que pretenden suplantar la realidad por la pseudo realidad de la propaganda.Como cuenta George Orwell en "1986", la novela política de ficción distópica donde una elite fascista, dedicada al control físico e intelectual de los individuos, instaura la "neolengua", en la que se reduce y se transforma el léxico con fines represivos, basándose en el principio de que lo que no está en la lengua, no puede ser pensado.El lavado de cerebros a través del lenguaje revela hasta dónde puede llegar la manipulación política de una sociedad. Aunque los despotismos, paradójicamente, suelen caer víctimas de sus propios discursos, cual engañador engañado.Hace cuatrocientos años John Locke los retrataba cerriles y contumaces, dispuestos a no querer ver, a no rendirse ante la evidencia, al alto costo de asumir, así, que "si la realidad no coincide con mis palabras, peor para la realidad".Se le atribuye al dramaturgo griego Esquilo (siglo V aC.) la expresión: "La verdad es la primera víctima de la guerra". De esta manera, toda lucha por la supremacía, aun en el campo cultural y político, supone una tergiversación deliberada de los hechos, operación que necesita de las palabras como arma.La pérdida de la palabra, o el ataque a su esencia, es la alienación más sutil y el peor peligro que enfrenta una sociedad. Eso piensa la lingüista argentina Ivonne Bordelois, para quien la servidumbre es antes un desfonde o vaciamiento del lenguaje.En su libro "La palabra amenazada" sostiene que hay una estrecha relación entre el deterioro del lenguaje y la hecatombe social, entre la adulteración lingüística y el caos donde prima la hostilidad hacia los otros."El desprecio y la humillación de la palabra, la ignorancia de la palabra, el silenciamiento y la poda de la palabra, la violencia de la palabra desfigurada en grito, en insulto o en cliché, es la puerta mejor abierta al golpe, la cuchillada o la bomba", refiere dando a entender que a la sociedad le va mal si a la dialéctica de la violencia no se la sustituye por el diálogo hecho sobre todo de escuchar.Aunque Bordelois reconoce que puede sonar utópico profesar la "salvación por la palabra", no cree que se puede construir nada con su degradación, ya que el lenguaje es un "fermento de unidad y comunidad entre nosotros- acaso el único que nos queda-. Es el primer basamento, el estrato profundo en que se encuentra y alimenta una comunidad".
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