La peligrosa expansión de los juegos de azar
La ampliación de la oferta es clave, porque se cree que incentiva la demanda. El problema es que son cada vez más los jugadores compulsivos en la Argentina.A los juegos más tradicionales como el Prode, la quiniela o el hipódromo, los juegos de mesa de los casinos, y las loterías, le sucedió una proliferación impresionante de bingos y tragamonedas en todo el país.La Iglesia Católica acaba de hacer un llamado ante la proliferación de "un negocio que mueve gran cantidad de dinero para beneficio de unos pocos en detrimento de muchos, especialmente de los más pobres".En un mensaje difundido al término de la 157° reunión de la Comisión Permanente del Episcopado, los obispos expresaron su inquietud "por un flagelo creciente de muchas familias: la adicción del juego de azar".Allí se habla de la expansión de una industria que gracias a las nuevas tecnologías, como Internet, hacen emergen nuevas y cada vez más masivas formas de juego."Sabemos también de la vinculación de esta actividad con el lavado de dinero proveniente del tráfico de drogas, armas, personas", se advierte en el escrito de la Iglesia.El documento critica la justificación política que se hace de este negocio y según la cual el juego es fuente de recursos económicos para el sostenimiento de planes sociales."Debemos recordar que el fin no justifica los medios. Además es bueno clarificar que un gran porcentaje de los recaudado del juego favorece el bolsillo de unos pocos, y sólo una parte mínima se destina a ayuda social para los más pobres", se indica."¿No sería bueno pensar gradualmente en fuentes de financiamiento más adecuadas?", se preguntan los obispos, quienes por otro lado piden al Estado que dedique más recursos para atender los efectos de esta adicción."Por otro, tiene que regular con transparencia la actividad del juego de azar con límites de horarios y lugares de funcionamiento, cuidando especialmente a los pobres", se agrega.El juego, por otro lado, instala "la fantasía irreal de ganar dinero sin esfuerzo", haciendo que muchas personas se quieran salvar económicamente con un "golpe de suerte", advierte la Iglesia.Pero detrás de esta ilusión se esconde el drama de familias enteras arruinadas porque el jugador lo ha perdido todo apostando, incluyendo su salud psíquica.La ludopatía -la conducta descontrolada con respecto a los juegos de azar- es una adicción. Quienes la padecen están dominados por el deseo de tener todas las cosas buenas de la vida sin ningún esfuerzo.Ahí está el punto. En realidad, el ludópata no puede dejar de timbear, aun a riesgo de perderlo todo: desde el dinero y la familia hasta la propia vida (se verifican altos índices de suicidio).Es decir, se está en presencia de una compulsión, una predisposición psíquica que va más allá de los controles de la voluntad. En toda adicción, el enfermo no puede consigo mismo, con su tendencia autodestructiva.Los especialistas aseguran que el juego empieza como algo divertido y social, pero para muchos termina mal. Aparecen la culpa, la violencia, los robos y las mentiras al interior de la familia.La ludopatía ha llegado a niveles tan preocupantes, que se asemeja a una pandemia. Esto ha multiplicado los espacios para atender a estos enfermos, e incluso desde el Estado se construyen centros y programas con ese objeto.Otro dato preocupante: bajó la edad de iniciación. Hace 15 años los pacientes promediaban los 35 años y hoy ya hay jóvenes de entre 18 y 20 años con problemas con el juego, según estadísticas de centros oficiales.
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