La peligrosa expansión de los juegos de azar
La proliferación de juegos de azar ha adquirido características explosivas. Casinos, bingos, salas de máquinas tragamonedas, apuestas varias y sorteos, constituyen un conglomerado impresionante.Una artículo en la página digital del sector, eldiario.deljuego.com.ar, de mayo de este año, sostiene que Latinoamérica se ha convertido es un sitio para la expansión del negocio.Con 33 países que la integran y una población cercana a los 570 millones de habitantes, los operadores creen que es un terreno fértil para que la actividad crezca, mientras en los países centrales los juegos de azar sufren restricciones asociadas a la crisis económica.Varias compañías internacionales dedicadas al análisis del mercado vienen realizando sondeos en la región. Una de ellas es Divine Work, que en un reciente informe revela que, si se combinaran los ingresos por el juego legal e ilegal en América Latina, la cifra generada por la actividad rondaría los 150.000 millones de dólares anuales en la región.El estudio indica que los latinoamericanos gastan cuantiosos recursos en juegos de azar en todas sus formas (casinos, bingos, loterías, raspaditas, apuestas deportivas, hipódromos y demás).Algunos expertos calculan que en un lapso no mayor a diez años, los ingresos generados por la industria del juego en la región podrían pagar toda, o buena parte, de las deudas externas de los países latinoamericanos.Mercados como Chile, México y Argentina, según los analistas, son los que están mejor perfilados para crecer con mayor celeridad. Hay que pensar que se trata de un negocio global protagonizado por inversionistas internacionales.Los empresarios del juego buscan países donde los controles del Estado son flojos y donde pueden conseguir beneficios impositivos. En Argentina la actividad reporta ingentes réditos, y el núcleo operativo del sector se concentra en la provincia de Buenos Aires.El crecimiento del juego, sin embargo, tiene una contracara nefasta. Hay que remarcar que esta oferta -pese a que es impulsada por muchos Estados- tiene aquí y en el resto del mundo consecuencias sociales negativas.En principio porque introduce en la sociedad la idea de que se puede ganar dinero sin trabajar, sin otro mérito que ser jugador. Significa dejar de trabajar, de preocuparse, de tener responsabilidades.Por otra parte, la obscena rentabilidad de la industria del juego contradice el modelo de "el trabajo y la producción" que se predica desde los atriles oficiales.Sin mencionar el hecho de que los millonarios beneficios de esta industria quedan en pocas manos, lo que colisiona con el discurso progresista de la "distribución de la riqueza".Además, aún no se ha calculado el impacto negativo que tiene sobre la economía esta succión de recursos del mercado. Las nuevas tecnologías del sector han hecho, por otro lado, que las clases populares desvíen sus recursos monetarios al juego.Pero el lado más inquietante del fenómeno es el desecho humano que produce. En efecto, las estadísticas dan cuenta de un crecimiento de personas que padecen de "ludopatía".Se trata de un trastorno mental que empuja a las personas a un incontrolable deseo de jugar, lo que lleva aparejada su ruina moral y económica.Son conocidos los síntomas de esta enfermedad. Por lo pronto el jugador, afectado en su voluntad, altera su percepción de la realidad y su escala de valores.Sus apuestas lo llevan a destruir su economía, sus relaciones familiares y laborales. Entra en un laberinto del que no puede salir sin ayuda. Como todo adicto, su enfermedad no puede curarse, aunque sí detenerse.
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