La politización de todas las cosas
La política es una dimensión constitutiva del hombre, aunque no la única y acaso, en el conjunto de la vida, tampoco la más importante. Sin embargo, es factible reconocer una exaltación de época.Eso cree, por ejemplo, el escritor mexicano Enrique Kruze, quien en un reciente artículo postuló que hay una "concentración excesiva" de la política a expensas de las diversas zonas de la realidad.Esto se echa de ver en el mundo mediático, donde todo el tiempo se ventilan las disputas de las elites por espacios de poder, sobre todo del aparato estatal, devenido en precioso botín.El término política tiene su origen en el vocablo griego "polis", que se refería a la autosuficiente y autárquica ciudad griega. De aquí deriva que política sea el arte de gobernar el Estado.El concepto más moderno remite más bien a la lucha del poder, o a la forma de obtenerlo y ejercerlo. Krauze, en este sentido, no cree que en democracia haya que dejar la política exclusivamene en manos de los políticos.Aboga al respecto por la constitución de una ciudadanía participativa, matizada, informada, inteligente y alerta. Lo que critica es una variante radicalizada de la política, cuyo efecto es el empobrecimiento general en el plano del pensamiento y la conducta.Los síntomas del mal son diversos. Cuando los chismes, gestualidades y declaraciones de los políticos (ni hablar del culto al líder) ocupan la centralidad de la escena, por ejemplo, se "pierde el contexto social, la perspectiva histórica, la discusión de ideas, la valoración ética, el análisis lógico".En el plano del saber y la cultura la politización hace estragos, dice el mexicano. "A un libro, una obra de arte, un descubrimiento científico o un producto cultural de cualquier índole no se lo juzga -si se lo juzga- por su validad o valor intrínseco, sino por la real o supuesta filiación política de su creadores", razona.La politización, por otro lado, infecta la conciencia y la vida mental de muchas personas, cuyo único criterio valorativo de la compleja realidad es la asunción de la lógica amigo-enemigo.Una secuela de esta dicotomía es la teoría conspirativa, una forma de pensar paranoica que tiende a ver detrás de sucesos o eventos, que no coinciden con las expectativas del sujeto que conoce, un complot secreto montado por malvados.Aquí también la verdad objetiva de los hechos es contaminada por el secreto interés electoral. La medida de todas las cosas, en suma, la determina la conveniencia partidaria.El planteo de Krauze recuerda, en este punto, la queja que formulaba José Ortega y Gasset en la España de principio de siglo XX, antes de que se desencadenara la guerra civil que asoló ese país.El filósofo se lamentaba de la politización reinante entre los españoles: estaban tan contaminados por una mirada facciosa, que la realidad y sus consecuencias quedaban escamoteadas."No he hallado en derredor sino políticos, gentes a quienes no interesa ver el mundo tal como él es, dispuestos sólo a usar de las cosas como les conviene", decía amargado Ortega.El otro efecto perverso, agrega Krauze, se da en el plano de las relaciones humanas. Aunque recuerda que ya Cicerón había dicho que la política es causa fundamental de discordia entre los amigos.Una cosa - parece querer decir el mexicano-, es tener conciencia política de la realidad, en el marco de una sociedad plural, donde la perspectiva del otro es enriquecedora, y muy otra es practicar en la esfera política la fe de los conversos, que lleva a querer imponer dogmas a los demás.
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