La politización de todas las cosas
"Concentración excesiva en la política a expensas de las diversas zonas de la realidad". Así define el Diccionario a la palabra "politizar".Una cosa es la política y otra muy distinta es la politización, aclara el escritor mexicano Enrique Krauze, para quien vivimos en una época donde todo se interpreta y juzga en clave política.Toda la realidad, así, queda instrumentalizada y subordinada en función de este principio endiosado, elevado en absoluto, como si todo dependiera de él: la libertad, la felicidad, la realización personal, la salud física, el sentido de la existencia.Krauze ve esta malformación en el plano de la cultura. A un libro, una obra de arte, un descubrimiento científico o un producto cultural de cualquier índole ya no se lo juzga por su calidad o valor intrínseco, sino por la real o supuesta filiación política de sus creadores."De esta manera, si es 'amigo', la obra es buena; si es 'enemigo´, la obra es 'mala´ o, finalmente, no existe", razona el mexicano, lamentándose de la contaminación.Por lo demás, la politización ha tenido efectos devastadores sobre las relaciones personales y es motivo de discordia entre amigos y también entre hermanos.Familias enteras se han divido a causa de los enconos ideológicos y partidistas. De esta exageración, de esta concepción unilateral, que reduce el todo a una parte, cabe establecer algunas analogías.Así podría decirse que no es lo mismo la milicia o lo militar, que la militarización de la sociedad y la vida. Una cosa es la economía, y otra es la economización de la vida social.Cabe postular que lo político ha experimentado un desarrollo anómalo, un crecimiento desorbitado en detrimento de otras dimensiones de la vida. Aunque esta actitud suele camuflarse con supuestos idealismos o sentimientos de generosidad.Quien ve las cosas desde un punto de vista predominantemente político suele deformar, distorsionar y tergiversar la realidad para ajustarla a su ideología política o su preferencia partidaria.La politización, de este modo, elimina cualquier rastro de objetividad, imparcialidad y ecuanimidad. Aquí no importan los hechos como son, sino la interpretación política correcta.Las cuestiones religiosas (espirituales, místicas o esotéricas) no entran dentro de los parámetros de la mentalidad politizada. De hecho la religión es apenas la prolongación de la política por otros medios.Y en muchos casos la política es convertida en una especie de religión, donde un grupo de creyentes, una feligresía, sigue a pie juntillas un dogma y determinada liturgia.Los partidos políticos devienen en ocasiones en sectas de fanáticos que conciben a los que no adhieren a su "fe" no ya como sujetos que piensan distinto sino como "infieles" o "herejes".La mente politizada tiende, además, a justificar lo injustificable. Dominada por el principio de que "el fin justifica los medios", todo vale a los efectos de que triunfe el partido, como el robo de la hacienda pública o la violencia hacia los adversarios.Se habla, por otro lado, de la politización del deporte (en Argentina el fútbol es usado como insumo de propaganda política), de la ciencia, de la enseñanza, de de la justicia, de la cultura, de la medicina, de la economía, o de cualquier otro ámbito de la vida humana.Así, la vida real, la cotidiana, la vida social e individual, queda invadida y al mismo tiempo fagocitada por la política.
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